lunes, 19 de junio de 2017

PEREGRINACIÓN A FÁTIMA CON LOS HERALDOS DEL EVANGELIO

Transcurridas las primeras horas de mi regreso a casa, comienzo a escribir esta nueva entrada entre la emoción y un sentimiento de satisfacción por la experiencia vivida durante tres días en los que he tenido la oportunidad de visitar uno de mis lugares soñados.
 
 
Foto: María Luz
 
Fátima era para mí una asignatura pendiente, el lugar íntimamente vinculado a Nuestra Señora que deseaba conocer, y que por fin he podido visitar en compañía de los Heraldos del Evangelio, que con su buen hacer y don de gentes, supieron amenizar nuestro viaje con su simpatía y sus amplios conocimientos, siendo capitaneados por el Rvdo. D. José Francisco Hernández, lo cual constituye todo un privilegio.

Durante el trayecto, tuvimos ocasión de hacer una parada en Cáceres para visitar la Catedral de Coria. El templo comenzó a construirse a finales del siglo XV, en concreto cuatro años después del Descubrimiento de América, y se encuentra bajo la advocación de la Virgen de la Asunción. Presenta la particularidad de estar edificada al borde de un precipicio de 40 metros y sobre tierra arcillosa, factores causantes de su inestabilidad y de las grietas que pueden contemplarse en su interior. Su fachada es plateresca y su interior presenta planta de una nave, cubierta con bóvedas de crucería estrellada y de rueda. Su construcción en un enclave tan problemático se debió a que era el lugar en el que anteriormente se situaron la antigua catedral visigoda, la mezquita de la ciudad y la anterior catedral románica.
 
Foto: María Luz
 
Foto: María Luz
 
Foto: María Luz

Foto: María Luz
 
Catedral de Coria.
Foto: María Luz
 

La torre se alza en el muro norte del ábside, junto a la Puerta del Evangelio.
Se compone de dos cuerpos, campanario, cúpula y linterna.
Fotos: María Luz
 
"Orgullo de las alturas es el firmamento límpido.
Y la bóveda celeste es un espectáculo bellísimo".
(Eclesiástico 43, 1)
 
Puerta del Evangelio.
Foto: María Luz
 
Es necesario resaltar la capilla mayor con su reja renacentista, y el retablo mayor, barroco, con ciertos elementos neoclásicos. La realización de dicho retablo se debe al obispo Don José Francisco Magdaleno, encargado de elegir las esculturas que lo presiden, y que son las siguientes: San José con el Niño, San Francisco de Paula, San Pedro de Alcántara y Santa Teresa de Jesús. La presencia de los dos primeros se debe precisamente a los nombres del obispo. En la hornacina central contemplamos la imagen de Nuestra Señora de la Asunción. En uno de los laterales de la capilla mayor, podemos contemplar dos magníficos sepulcros de pared, realizados en alabastro, que corresponden a los obispos Don Pedro García de Galarza (s. XVI) y Don Pedro Ximénez de Prexamo (s. XV).

 
Foto: Don Eric Fco. Salas
 
Retablo Mayor.
Foto: Don Eric Fco. Salas.
 
Imagen del Sagrado Corazón de Jesús.
Foto: María Luz
 
Órgano grande, barroco, de caja neoclásica,
situado sobre el arco de entrada a la Catedral,
en el Muro del Evangelio.
Foto: María Luz
 
Sillería Coral de estilo mudéjar, realizada en madera de nogal.
Data de 1489.
Foto: Don Eric Fco. Salas.
 
Pozo del año 1620 situado en el centro del patio.
Foto: María Luz
 
Tras escuchar atentamente las explicaciones de nuestro guía, nos adentramos en el Museo Catedralicio, situado en el claustro y en las dependencias anexas, para venerar una de las reliquias más importantes de la cristiandad: el mantel de la Última Cena. El original se encuentra en una arqueta de plata de procedencia mejicana, y constituye una pieza única en el mundo, realizado en hilo de lino blanco con bandas decorativas azules. Hasta finales del siglo XVIII, el mantel se exponía a los fieles en una tribuna exterior de estilo plateresco, junto a la antigua puerta principal de la Catedral. Hoy en día y desde hace más de una década, el mantel es investigado por científicos americanos que no tienen duda de estar  ante el auténtico mantel de la Última Cena, si bien debemos tener en cuenta que los judíos celebraban la Pascua colocando dos manteles en la mesa, uno inferior (la pieza que podemos contemplar) y otro superior más ancho, que todo apunta sea la conocidísima Sábana Santa de Turín.  Durante la visita podemos también contemplar la Bula del Papa Benedicto XIII otorgando indulgencia plenaria a los visitantes del Relicario Pergamino. Emocionados de tener ante nosotros tan significativa reliquia y siguiendo la oración dirigida por el Rvdo. D. José Francisco, todos colocamos sobre la vitrina que alberga el mantel, nuestros Rosarios y objetos piadosos en un intento de llevar unido a nosotros el recuerdo del mantel sobre el cual, Nuestro Señor Jesucristo instituyó la Eucaristía. Tras un recorrido para contemplar las demás piezas y obras de arte expuestas, continuamos nuestra ruta camino de nuestro destino de peregrinación, con deseos de regresar algún día a Coria para seguir explorando, con más detenimiento, los tesoros del bello templo catedralicio.
 
Mantel de la Última Cena.
Foto: Don Eric Fco. Salas.
 
Bula del Papa Benedicto XIII.
Foto: María Luz
 
Pila bautismal de mármol, regalo del obispo Juan José García Álvaro, en 1778.
Foto: María Luz
 
San Crispín. Siglo XVII.
Foto: María Luz
 
San Sebastián.
Foto: María Luz
 
La Anunciación.
Foto: María Luz
 
La Virgen de los Dolores.
Foto: María Luz

Inmaculada Concepción.
Foto: María Luz

Triple Trinidad.
Foto: María Luz

Foto: María Luz

San Miguel Arcángel.
Foto: María Luz
 
San Luis Obispo.
Foto: María Luz.
 
La Virgen del Rosario.
Foto: María Luz

Santísima Virgen de Argeme.
Foto: María Luz

Foto: María Luz
 
Tribuna exterior de estilo plateresco.
Foto: María Luz
 
La llegada a Fátima se produce en la tarde, tras disfrutar en el autocar de la película "Las Apariciones de la Virgen de Fátima", historia fiel a las Memorias de Lucía, que nos ayuda a impregnarnos del ambiente y mensaje propios de nuestro lugar de destino. Llegamos con tiempo para  dirigirnos al santuario y contemplar, por primera vez ante mí, la magnífica explanada y asistir a la celebración de la Santa Misa en el núcleo más significativo del lugar, la Capilla de las Apariciones (Capelinha), lo cual me da oportunidad de contemplar la hermosa imagen de Nuestra Señora. Confieso que estar en ese lugar tan significativo en este año jubilar es una emoción difícil de explicar. La imagen de Nuestra Señora se sitúa sobre un pedestal, indicando el lugar exacto de la encina sobre la cual la Santísima Virgen se apareció en los meses de mayo, junio, julio, septiembre y octubre de 1917.
 
Película "Las Apariciones de la Virgen de Fátima"
 
Basílica Nuestra Señora del Rosario de Fátima.
La basílica se levanta en el lugar en el que los tres pastorcitos se encontraban el 13 de mayo de 1917, cuando vieron un relámpago previo a la aparición de Nuestra Señora, y que les movió a reagrupar su rebaño para regresar a casa por miedo a la lluvia.
Foto: María Luz
 
Foto: María Luz
 
Foto: Don Eric Fco. Salas.
 
Imagen del Sagrado Corazón de Jesús, situado en el centro del recinto del Santuario.
Foto: Don Eric Fco. Salas.
 
La capilla de las apariciones (Capelinha)
Foto: María Luz
 
Imagen de Nuestra Señora de Fátima.
Foto: Don Eric Fco. Salas.
 
Caída la noche, tiene lugar otra maravillosa visión: la procesión de las velas. El discurrir de los peregrinos con sus velas encendidas es armonioso, destacando la bella imagen de Nuestra Señora que avanza entre los presentes contemplándonos a todos con su maternal y bondadosa mirada. Junto a Ella, tenemos la sensación de que nada malo puede ocurrirnos, pues Ella nos cuida como madre solícita. Es tiempo también de encender nuestras velas por diversas intenciones, de orar, y de impregnarse del ambiente de devoción y piedad que nos rodea. Tiempo de reflexionar sobre el mensaje de Fátima, un mensaje que no es pasado, sino presente y futuro. Contemplando las inmensas llamaradas junto a las velas encendidas, no puedo evitar vislumbrar ante mí la imagen de una especie de visión del infierno, las inmensas llamaradas y el crepitar del fuego me producen una sensación sobrecogedora,  que pronto se atenúa contemplando la visión de María, Nuestra Madre Celestial.
 
 
Foto: María Luz

Foto: María Luz

Foto: María Luz

Foto: María Luz

Foto: María Luz
 
Foto: Don Eric Fco. Salas
 
 
Foto: María Luz
 
Foto: María Luz

"Vimos como un mar de fuego y, sumergidos en ese fuego, a los demonios y a las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana, que flotaban en el incendio llevados por las llamas que de ellas mismas salían juntamente con nubes de humo, cayendo hacia los lados, semejante al caer de las chispas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor...Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa".
(Visión del infierno - 13 de julio de 1917)
"Habéis visto el Infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores.
Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón".
(Palabras de la Santísima Virgen a los pastorcitos)
Foto: María Luz
 
Concluida la procesión, tenemos tiempo de visitar la Basílica de Nuestra Señora del Rosario y orar ante las tumbas de los pastorcitos Lucía, Jacinta y Francisco, estos dos últimos recientemente canonizados. El momento invita a la oración y a meditar sobre estos pequeños héroes que supieron asimilar de manera tan intensa el mensaje ofrecido por Nuestra Señora.
 
La columnata del Santuario, incluye en su interior un Via Crucis
con paneles de cerámica.
Foto: Don Eric Fco. Salas
 
Interior de la Basílica Nuestra Señora del Rosario de Fátima.
Foto: María Luz
 
Foto: María Luz
 
 
Foto: María Luz

Foto: María Luz
 
Tumba de San Francisco Marto
Foto: María Luz

Foto: María Luz

Tumbas de Santa Jacinta Marto y Sor Lucía dos Santos.
Foto: María Luz

Foto: María Luz
 
Tras la primera noche, enfrentamos la segunda jornada llenos de ilusión por todo lo que nos resta por ver y experimentar. Nuestra primera cita de este segundo día es un recorrido muy especial, el Vía Crucis, dispuesto sobre el camino que los tres pastorcitos recorrían desde su aldea de Aljustrel para llegar a la Cova da Iria, pastoreando sus rebaños. Las estaciones del Vía Crucis aparecen señaladas por monumentos cuya construcción fue costeada por los católicos húngaros.
 




Fotos: María Luz

Foto: María Luz
 
Foto: María Luz
 
Foto: María Luz
 
Foto: María Luz
 
Foto: María Luz
 
He de reconocer que este recorrido del Vía Crucis se ha convertido en mi enclave favorito. Siento que es un lugar especial y profundamente bendecido. El recorrido y el paisaje que nos rodea es absolutamente natural, auténtico, con la paz propia del ambiente campestre, dando la sensación de que,  en cualquier momento, los tres pastorcitos pueden aparecer caminando. El rezo es emotivo y muy intenso gracias al texto empleado, redactado por el Dr. Plinio Correa de Oliveira, que presenta una gran profundidad espiritual.
 
Foto: María Luz
 
Durante el trayecto, entre la 8ª y 9ª estaciones del Vía Crucis, llegamos a un lugar muy especial, en Valinhos, donde se sitúa un monumento de la Santísima Virgen que conmemora la aparición que tuvo lugar el 19 de agosto de 1017. Allí, de repente, me inunda una emoción profunda, y mientras contemplo el entorno y rezamos ante la imagen de Nuestra Señora, las lágrimas afloran a mis ojos con tal fuerza, que me aparto del grupo para tratar de controlar mi emoción, sin resultado, pues la fuerza que transmite el lugar es inexplicable. Finalmente puedo controlar mis lágrimas llegando a otro lugar emblemático: el monumento de la aparición del Ángel a los pastorcitos, en Loca do Cabeço. Contemplar el monumento me produce mucha paz y me reconforta en lo más hondo.
 
Foto: María Luz
 
Foto: María Luz

"Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores,
que muchas almas se van al Infierno por no haber
quien se sacrifique y pida por ellas".
(Palabras de la Santísima Virgen a los pastorcitos)
Foto: María Luz
 
Loca do Cabeço, lugar donde el Ángel de Portugal
se apareció dos veces a los pastorcitos.
Foto: María Luz

Foto: María Luz

Foto: María Luz

Foto: María Luz
 
El recorrido finaliza en un espacio abierto donde se sitúa el denominado Calvario Húngaro, bajo el cual se encuentra la capilla de San Esteban, rey de Hungría. El conjunto fue ofrecido por los católicos húngaros, y constituye un lugar que invita a la paz, el silencio y la oración.
 
El Calvario húngaro.
Foto: María Luz

Foto: María Luz
 
El Arzobispo de Oviedo, Don Jesús Sanz y el Rvdo. D. José Francisco Hernández
al pie del Calvario húngaro.
Foto: Don Eric Fco. Salas.
 
Interior de la Capilla de San Esteban, rey de Hungría.
Foto: Don Eric Fco. Salas.
 
Finalizado ese emotivo recorrido, es tiempo de dirigirnos a sendos lugares igualmente significativos: las casas de los pastorcitos en Aljustrel, comenzando por la casa de Lucía dos Santos, en cuyo patio podemos contemplar las higueras bajo las cuales se refugiaban los tres niños, y el pozo junto al cual tuvo lugar la segunda aparición del Ángel. A continuación, a unos 200 metros, visitamos la casa de Jacinta y Francisco Marto.  Tras las visitas a ambas casas, tengo ocasión de saludar a la sobrina de Lucía, que sentada en una silla, recibe los saludos de los numerosos peregrinos que se agolpan a su puerta. Su rostro transmite mucha paz y dulzura.
 
Casa de Lucía.
Foto: María Luz
 
Foto: María Luz

Foto: María Luz

Habitación de Lucía y su hermana Carolina.
Foto: María Luz
 
Habitación de los padres de Lucía.
Foto: María Luz
 
Pozo de Arneiro, lugar de la segunda aparición del Ángel.
Foto: María Luz

Pozo de Arneiro.
Foto: María Luz

Foto: María Luz
 
Foto: María Luz

Foto: María Luz
 
 
Vitrinas con objetos personales y fotografías
en la casa de los Santos Francisco y Jacinta Marto.
Foto: María Luz

Foto: María Luz
 
Cama de los padres de Francisco y Jacinta.
Foto: María Luz
 
En esta cama nacieron Francisco, Jacinta y sus hermanos.
Fue también la cama en la que reposó Jacinta, ya enferma,
antes de ser trasladada a Lisboa, donde falleció en 1920.
Foto: María Luz
 
Cama en la que murió Francisco.
Foto: María Luz
 
Foto: María Luz
 

 
Fotos: María Luz
 
Quedan ante nosotros todavía muchas horas de día, dedicadas a explorar con mayor calma la explanada del Santuario, penetrar en la basílica de la Santísima Trinidad, de forma circular, construida para albergar a miles de peregrinos en los días y celebraciones de considerable afluencia. Su puerta principal está dedicada a Jesucristo y las doce puertas laterales se dedican a los apóstoles. Recorriendo la Galilé de los apóstoles San Pedro y San Pablo, pueden observarse las diversas capillas entre las que se encuentra la capilla de la Reconciliación, destinada a las confesiones.
 
Todos aquellos que vayan a peregrinar a Fátima en este año jubilar, deben saber que podrán ganar la indulgencia plenaria, confesando sus pecados, participando allí en una celebración u oración dedicadas a la Santísima Virgen, comulgando, rezando por las intenciones del Santo Padre, rezando el Padrenuestro, el Credo e invocando a la Santísima Virgen.
 
Foto: María Luz

Interior de la Basílica de la Santísima Trinidad.
Foto: María Luz

Foto: María Luz
 
Durante el recorrido nos encontramos con el monumento a San Juan Pablo II, tan vinculado a Fátima, a donde viajó un año después de sufrir un atentado, el 13 de mayo de 1982, para agradecer a Nuestra Señora "su intervención para la salvación de mi vida y el restablecimiento de mi salud". También, un 13 de mayo de 2000, viajó a Fátima para beatificar a los pastorcitos Francisco y Jacinta Marto.


Fotos: María Luz
 
Otro momento muy especial es el rezo del Santo Rosario en la Capelinha, constituyendo el momento idóneo para encomendarnos a Nuestra Señora y emocionarnos al oír el sonido de las campanas de la basílica. Finalizado el rezo, asistimos a la celebración de la Santa Misa en español, celebrada por Don Jesús Sanz, Arzobispo de Oviedo, quien con su armonioso tono de voz, pronunció una inolvidable homilía haciendo referencia a la Santísima Trinidad en la figura de María, que es "la Hija del Padre, la Madre del Hijo y la esposa del Espíritu Santo", y recordándonos que "todo lo que planta el hombre puede ser arrancado pero lo que planta Dios, no puede ser arrancado ni por el demonio". Fue para mí una Misa inolvidable, en la que pude abstraerme del entorno que me rodeaba y concentrarme en la celebración, en la imagen de Nuestra Señora y en mi oración.
 
Foto: María Luz
 
Foto: María Luz
 
Foto: María Luz
 
Al concluir la Santa Misa, todos rezamos, ante la imagen de Nuestra Señora de Fátima,
 la Oración Jubilar de Consagración:
 
¡Salve, Madre del Señor,
Virgen María, Reina del Rosario de Fátima!
Bendita entre todas las mujeres,
eres la imagen de la Iglesia vestida de la luz pascual,
eres la honra de nuestro pueblo,
eres el triunfo sobre la marca del mal.
 
Profecía del Amor misericordioso del Padre,
Maestra del Anuncio de la Buena Nueva del Hijo,
Señal del Fuego ardiente del Espíritu Santo
enséñanos, en este valle de alegría y dolores,
las verdades eternas que el Padre revela a los pequeños.
 
Muéstranos la fuerza de Tu manto protector.
En Tu Inmaculado Corazón,
sé el refugio de los pecadores
y el camino que conduce hacia Dios.
 
Unido/a a mis hermanos,
en la Fe, la Esperanza y el Amor,
a Ti me entrego.
Unido/a a mis hermanos, por Ti, a Dios me consagro,
oh Virgen del Rosario de Fátima.
 
Y, en fin, envuelto/a en la Luz que de Tus manos proviene,
daré gloria al Señor por los siglos de los siglos. Amén.
 
Las últimas horas en Fátima nos dan oportunidad de asistir de nuevo a la Santa Misa, en esta ocasión en la bonita capilla de nuestro hotel, donde el Sagrario aparece flanqueado por las encantadoras imágenes de los Santos Francisco y Jacinta Marto. La celebración, presidida por el Rvdo. Don José Francisco y concelebrada por Don Aurelio, párroco de la iglesia del Bautismo del Señor, se ve enriquecida por la hermosa homilía pronunciada por Don Aurelio, quien destacó el importantísimo papel de la Santísima Virgen como Madre nuestra, como exponente de ternura, como mujer discreta y de silencios, recordando las únicas 6 frases que pronunció y que aparecen recogidas en los Evangelios:
  1.  ¿Cómo será esto, pues no conozco varón?
  2. He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.
  3. Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
  4. Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.
  5. No tienen vino.
  6. Hagan lo que él les diga.

Todos los participantes, nos sentimos ampliamente reconfortados por su homilía, coronada al final de la celebración por las hermosas palabras del Rvdo. D. José Francisco que nos recordó a todos muy acertadamente el inmenso gozo de pertenecer a la Santa Iglesia Católica, sentimiento compartido por todos los presentes.
 
San Francisco Marto.
Foto: María Luz
 
Santa Jacinta Marto.
Foto: María Luz
 
Nos despedimos de Fátima con deseos de regresar, dirigiendo nuestra última mirada al Santuario y pidiendo a Nuestra Señora que nos permita volver a peregrinar a este lugar tan bendecido.
 
Bonitas pinturas que decoran el hall de nuestro hotel.
Fotos: María Luz
 
 
¡Hasta pronto Fátima!
Foto: María Luz
 
En nuestra ruta de regreso, atravesamos el impresionante puente Vasco de Gama sobre el río Tajo en la zona de Lisboa para dirigirnos hacia Palmela y detenernos en  la Quinta San José, casa de los Heraldos del Evangelio, que nos obsequiaron con una deliciosa comida en un precioso entorno lleno de belleza y paz, como todo lo que rodea a los Heraldos. Nos vamos de Palmela con un profundo agradecimiento a todos los Hermanos por su trato delicado, su extraordinaria amabilidad y hospitalidad.
 
Foto: María Luz
 
¡Glorioso San José, sed Vos nuestro protector!
Foto: María Luz

La preciosa Capilla de la Quinta San José.
Foto: María Luz
 
Foto: María Luz
 
¡Nuestra Señora del Rosario de Fátima, rogad por nosotros!
Foto: María Luz

La llegada a Madrid se produce bien entrada la noche, con el cansancio lógico tras horas de viaje, pero  con la satisfacción que genera el haber cultivado la amistad fraternal,  con la alegría de haber ido al encuentro de la Santísima Virgen, con el agradecimiento sincero a Ella por la oportunidad brindada, y a los Heraldos del Evangelio por hacer de nuestra peregrinación un experiencia inolvidable.

Fátima es ahora, para mí, mucho más que
lecturas realizadas a lo largo del tiempo.
Es una realidad palpable, con un mensaje
 que todos debemos aplicar en nuestras vidas,
grabándolo en nuestra mente, alma y corazón.
Foto: María Luz