martes, 31 de enero de 2017

LAS JOYAS DE LA CORONACIÓN CANÓNICA DE LA VIRGEN DEL PILAR

Debo reconocer que, junto a mi afición a la Historia, siempre he sentido una fascinación especial por el mundo de la joyería, no en su aspecto frívolo o material, sino admirando la belleza de las piedras preciosas y metales nobles, obras del Todopoderoso, y convertidas en hermosas piezas a través de la creatividad y destreza del hombre.
 
En 1995, la joyería Ansorena de Madrid, cumplió su ciento cincuenta aniversario, y con tal motivo, organizó una magnífica exposición en su sede madrileña de la calle Alcalá. Fue una ocasión única para admirar las diversas creaciones que sus talleres habían realizado para la Casa Real Española desde la segunda mitad del siglo XIX , y me dio la oportunidad de descubrir la maravillosa historia de la pieza de la que hoy quiero ocuparme en este escrito, representativa de la joyería española del siglo XX: la Corona, Halo y Sobrehalo de Nuestra Señora del Pilar con las que fue coronada canónicamente.
 
Imagen de Nuestra Señora del Pilar luciendo las joyas de la Coronación.
Foto: Google
 
(Imagen escaneada del libro "Ansorena.150 años")
 
Al acercarse la conmemoración del cincuenta aniversario de la definición dogmática de la Concepción Inmaculada de María, Su Santidad el Papa Pío X recomendó peregrinaciones a los santuarios marianos. Fue entonces cuando un grupo de damas de la aristocracia madrileña, encabezadas por la Condesa Viuda de Gondomar y la Marquesa Viuda de Aguilafuente, con el apoyo de las jerarquías eclesiásticas, constituyeron en junio de 1904 una Junta Central con el fin de coordinar la peregrinación de toda España a la Basílica del Pilar, y coronar canónicamente la imagen titular.
 
Junto a ello, surgió la idea de llevar un obsequio digno de Nuestra Señora, decidiendo recoger donativos de alhajas para la elaboración de las coronas, finalizando el plazo el 31 de diciembre de 1904.
 
Una vez obtenida la aprobación del Papa, la fecha de la peregrinación se estableció para el mes de mayo de 1905, debiendo comenzar los trabajos  para la realización de la corona a principios de año para que, una vez terminada, fuese expuesta en la joyería y, acto seguido, trasladada a Roma para ser bendecida por el Papa Pío X.
 
La respuesta fue masiva, expresando el Arzobispo de Zaragoza en el Boletín Oficial de la Archidiócesis, que las limosnas habían sido considerables y las piedras preciosas recogidas en abundancia, encargándose la realización a la antigua casa de Ansorena, en Madrid.
 
La idea inicial consistía en realizar sendas coronas para la imagen de la Virgen y del Niño que la acompaña. Se pensó que el oro primaría sobre las piedras, pero la postulación tuvo tal éxito, que las coronas y sus halos se pudieron elaborar siguiendo la moda del momento, con una finísima estructura calada que albergaría miles de diamantes y piedras preciosas. Las cantidades de oro sobrantes se utilizaron para un sobrehalo o resplandor, en el que se colocaron pedrería de colores y joyas antiguas, combinadas con gran maestría.

Conjunto de las coronas, halo y sobrehalo, expuestos en el Museo Pilarista.
(Imagen escaneada del libro "Ansorena. 150 años.")
 
Conservadas en su estuche, las coronas y el halo
sólo se utilizan en las festividades más señaladas:
1-2 de Enero, 12 de octubre con los siete días siguientes, y 8 de diciembre.
Foto: Google
  
La realización de las piezas constituyó todo un reto para los talleres de Ansorena, que demostraron gran dedicación y maestría al desmontar todas y cada una de las piezas aportadas, y elaborar con todas ellas las piezas requeridas en tan sólo cuarenta y cuatro días, tomando en consideración que ordenar los objetos, decidir su destino y desengastar, clasificar y disponer todas las piedras fue mucho más laborioso que la propia construcción de las piezas que conforman el conjunto. En el trabajo participaron treinta y tres operarios, que posteriormente fueron distinguidos con un carnet especial en prueba de gratitud y reconocimiento. Las coronas suscitaron la admiración general y los elogios de las autoridades eclesiásticas.

Imagen del taller de la casa Ansorena durante la realización de las piezas.
Al fondo, sobre una mesa, pueden verse el halo y sobrehalo durante el proceso de montaje.
 
 
El 16 de abril, las piezas fueron expuestas en el Palacio Episcopal de Madrid, con asistencia de representantes de la junta organizadora, el Arzobispo de Zaragoza y el Obispo de Madrid-Alcalá. El salón donde fueron expuestas estuvo abierto durante todo el día, y por allí desfiló todo Madrid.

El 29 del mismo mes fueron bendecidas en Roma por el Papa Pío X, tras la celebración de una misa solemne en la Capilla Sixtina, hallándose presentes el Embajador de España, la Marquesa de Aguilafuente, damas de la junta, el Cardenal Vives, embajadores y representantes de las distintas órdenes religiosas. Tras la bendición solemne, el Papa entregó al Arzobispo de Zaragoza el cáliz con el que había celebrado la Santa Misa, que hoy puede verse expuesto en el Museo Pilarista.

El 18 de mayo llegaron las piezas a Zaragoza y el día 20 fue el señalado para la ceremonia de coronación, a la que asistieron el Nuncio de Su Santidad en España, el Duque de Zaragoza, como delegado de S.M. el Rey, y la Condesa de Torrejón, como delegada de S.M. la Reina doña María Cristina. Los actos culminaron el día 22 del mismo mes con una gran peregrinación nacional a Zaragoza.

Las alhajas recogidas a lo largo y ancho de toda la Península para la elaboración de las coronas, procedían de españoles de todas las clases sociales. Entre las aportaciones de donantes ilustres, destaca el brillante entregado por la Reina María Cristina colocado en el mundo de la corona mayor. Fue un hermoso gesto de todas las damas españolas, que quisieron honrar a la más excelsa Madre y Señora.

A la izquierda, en la parte central del halo, pueden apreciarse
las perlas de la Condesa de Orgaz y de la Marquesa de Almanzor.
A la derecha, el mundo de la corona de la Virgen está formado
por el brillante ofrecido por la Reina María Cristina.
(Imágenes escaneadas del libro "Ansorena.150 años")
 
Detalles del sobrehalo de oro.
A la izquierda, colocada en la cima del sobrehalo,
 una joya de pecho en oro y esmeraldas de 1700, donada en Zaragoza.
A la derecha, lazo de oro y diamantes del siglo XVIII,
con punjante de un ave, posiblemente más antiguo, donado en Vitoria.
(Imágenes escaneadas del libro "Ansorena.150 años.")
 
El halo tiene forma de bandas concéntricas, predominando el motivo de
arabesco de eses caligráficas entrecruzadas,
 inspirado en los motivos de forja de los balcones madrileños
que podían contemplarse camino a la plaza de Oriente.
El halo está rematado por una crestería de bulbos puntiagudos
combinados con cardinas estilizadas.
El mismo arabesco se observa en ambas coronas.
  
La importancia de este maravillo conjunto de piezas traspasa lo meramente artístico y material, pues es un reflejo del verdadero sentir del pueblo español de aquella época. Desgraciadamente, la sociedad española actual poco tiene que ver con la de principios del siglo XX, el sentimiento religioso ha decaído, pero observar estas piezas de joyería religiosa debe conducirnos a la reflexión de lo que ha sido la España del pasado y, especialmente a considerar todo lo que nuestros antepasados fueron capaces de realizar movidos por la fe y la devoción.
 
Foto: Google

 
   

viernes, 27 de enero de 2017

SANTA DEVOTA

Cada año, llegadas estas fechas, el principado de Mónaco, territorio en el que la religión católica, apostólica y romana, es la religión de estado, los monegascos rinden culto a su santa patrona: Santa Devota.
 
 
Santa Devota.
(Catedral de Montecarlo, Mónaco)
 
Al comienzo del siglo IV, una joven cristiana de nombre Devota, hija de un oficial romano, convertida al cristianismo por influencia de su nodriza cristiana, decidió cultivar su fe llevando vida de ermitaña. Enterada de la persecución desatada contra los cristianos decidió entrar a servir en casa del senador romano Eutiquio para no levantar sospechas. El senador era un hombre bondadoso, y conocedor de la fe de Devota, decidió protegerla. Devota siguió orando y llevando la vida austera de su época de ermitaña, pero su secreto fue descubierto por diversos nobles, habituales visitantes de la casa del senador. Enterado el gobernador romano Bárbaro, ordenó que Devota fuese llevada ante su presencia, contando con la defensa de Eutiquio, quien se negó a entregarla, lo que le costó la muerte por envenenamiento por orden de Bárbaro. De este modo, sin su protector, la joven Devota quedaba a merced del gobernador. Fue llevada al tribunal, negándose a rendir culto a los dioses romanos y sometida a sucesivas torturas hasta morir sin renegar de su fe.
 
Sello del Principado de Mónaco, representando a Santa Devota
ante el tribunal del gobernador Bárbaro.
 
 
Tras su muerte, el gobernador ordenó que su cuerpo fuese quemado, pero otros cristianos lo recogieron  y lo depositaron en el interior de una barca con la intención de partir hacia la costa africana, donde pretendían darle cristiana sepultura.
 
Durante las primeras horas de la travesía, se desató una violenta tempestad, momento en el cual, de la boca de Devota salió una paloma que guio la barca y sus tripulantes hasta Mónaco sin ningún contratiempo. Era el sexto día antes de las calendas de febrero, que se corresponde aproximadamente a la fecha del 27 de enero. Llegados a este punto, debo precisar que el suceso relatado de la paloma que salió de su boca es objeto de una diferente versión, según la cual, la paloma salió de la boca de Devota en el momento de su muerte.
 
El cuerpo de Santa Devota es trasladado en una barca.
Vidriera de la iglesia de San Carlos - Mónaco.
 
 Enterrado el cuerpo de Devota, un oratorio marcó el lugar de su sepultura. Tanto los habitantes del lugar, como navegantes de paso, acudían en gran número en actitud de recogimiento, comenzando a producirse los primeros milagros. Sin embargo, una noche, un hombre robó los restos de la santa con la intención de comerciar con ellos y obtener un buen beneficio, pero el sacrilegio no llegó a mayores pues un grupo de pescadores persiguieron al ladrón dándole alcance y recuperando los restos. La barca del ladrón fue quemada en la playa como sacrificio expiatorio.
 
Durante el siglo XVI, en el curso de una batalla entre genoveses y pisanos, la Santa protegió a Mónaco, que sufrió numerosos asedios, siendo repelidos por los monegascos, a quienes se había aparecido la Santa asegurándoles la protección divina y la victoria final.
 
Siendo Devota natural de Córcega, es también la patrona de la isla, adquiriendo importancia su culto en el siglo XVII, al ser enviadas desde Mónaco dos reliquias de la santa para ser veneradas en la tierra que la vio nacer.
 
El culto a Santa Devota permanece muy vivo y está íntimamente ligado a Mónaco y a sus príncipes, por considerarla el alma protectora de la identidad monegasca, siendo invocada tanto en las alegrías como en las penas.
 
Iglesia de Santa Devota en Mónaco.
 
Relicario que contiene los restos de Santa Devota, en la Catedral.
 
Las celebraciones comienzan en el principado en la mañana del día 26 de enero, con la celebración de la Misa de las Tradiciones en lengua monegasca. A la caída de la noche del mismo día, todos los fieles se congregan junto al puerto para ver llegar la barca simbólica, recibir las reliquias de la santa y participar en la procesión hasta la iglesia de Santa Devota. Tras el tradicional saludo al Santísimo Sacramento en el interior de la iglesia, se procede a la quema de la barca por parte del príncipe soberano y su familia, en la plaza situada ante el templo, costumbre que se adoptó en 1924, bajo el reinado del príncipe Luis II de Mónaco.
 
Exterior de la iglesia de Santa Devota en la noche del 26 de enero.
 
Los príncipes de Mónaco junto al Padre César Penzo, capellán de Palacio y persona muy querida en el Principado.
 
 
Los príncipes en el interior de la Iglesia de Santa Devota durante la salutación al Santísimo.
 
 
Las reliquias de Santa Devota son llevadas en procesión.
 
 
 
 
 
Los príncipes de Mónaco prenden fuego a la barca.

 
 
 
En la mañana del día 27 de enero, las reliquias son recibidas en la Catedral monegasca, donde tiene lugar la celebración de la Santa Misa presidida por el Arzobispo de Mónaco. Una vez finalizada, las reliquias son llevadas en procesión hasta la plaza del palacio para proceder a la bendición del palacio, de la ciudad y del mar:
 
 
Los príncipes junto al Padre César Penzo, hacen su entrada en la Catedral.


El relicario de Santa Devota durante la Santa Misa en la Catedral monegasca.
 
El arzobispo Bernard Barsi despide a los príncipes a la salida de la Catedral en presencia del Padre César Penzo.
 
La procesión con las reliquias de Santa Devota dirigiéndose hacia el Palacio de Mónaco.
Los restos son portados por los penitentes de la Archicofradía de la Misericordia.
 
Los príncipes Alberto y Charlene, en el balcón de palacio, se santiguan ante el paso de la procesión.


Momento de la bendición del mar.
 
Feliz día de Santa Devota a todos los monegascos y fieles devotos de la Santa, y un reconocimiento especial a los soberanos que mantienen viva la fe católica y las tradiciones de su pueblo.
 
 

FOTOS: Palais Princier / preguntasantoral.es / hola.com / Paris Match

martes, 24 de enero de 2017

LOS PILARES DE EUROPA. LA EDAD MEDIA

Bien entrado ya el mes de enero, en una agradable y soleada mañana, he aprovechado para visitar la exposición "Los Pilares de Europa. La Edad Media en el British Museum", que puede contemplarse hasta el próximo día 5 de febrero en el centro cultural Caixa Forum de Madrid.
 
Sentía mucha curiosidad por visitar esta muestra, pues la época medieval siempre ha producido en mí una gran fascinación, en contra de la opinión moderna que la considera una época oscura e incluso salvaje. Lo cierto es que el período que abarca, entre la caída del Imperio Romano en el siglo V y el siglo XV, constituye una época de enorme importancia en la historia europea, etapa de grandes cambios en todos los niveles, que cimentaron las naciones-estado europeas modernas. No podemos entender la Europa actual sin retrotraernos al mundo medieval.
 
La exposición recoge un total de 263 piezas, de las cuales, 244 proceden del British Museum, mientras las 19 restantes pertenecen al Museo Arqueológico Nacional, al Museo Nacional de Arte de Cataluña y el museo Frederic Marès.

Las diversas salas de la muestra recogen diversos aspectos de dicha época: la formación de Europa, la monarquía, la corte real, la vida urbana, el mundo caballeresco, no pudiendo faltar la liturgia religiosa, junto a la importancia que la fe y la devoción tenían en la sociedad.

Tras la decadencia del Imperio Romano, con el paso del tiempo, fueron surgiendo reinos y principados, al frente de los cuales se situaron poderosos gobernantes que contaban con los servicios de guerreros que les ayudaban a proteger sus intereses. En pago a los servicios prestados fueron ganando prestigio y riquezas, dando lugar a la figura del caballero. Siempre al servicio de sus señores, protegían el territorio del reino y su conducta se atenía al código caballeresco, que incluía el honor y el coraje.

Los monarcas medievales ostentaban un poder absoluto ejerciendo también un rol espiritual como escogidos por Dios para regir los destinos de sus súbditos. En una sociedad en la que Dios era el centro de todo, la Iglesia era el lugar en el que todos, pobres y ricos, se reunían para alabar a Dios, pero tan importante como la participación en los actos religiosos públicos lo era también la devoción personal o privada, y así se hacía visible en todos los momentos del día a través de los diversos rezos así como en los accesorios personales, decorados con inscripciones e imágenes religiosas, y también con reliquias sagradas, así como participando en las peregrinaciones a santuarios y lugares sagrados como Roma, Compostela y Jerusalén.

Destacable también era el papel del Papa como representante de Dios en la tierra, y el poder de la Iglesia como institución influyente en la vida de las gentes. Todo ello queda claramente plasmado en las maravillosas iglesias y catedrales exquisitamente adornadas, destacando el trabajo de los constructores y de los artesanos establecidos en los núcleos urbanos que fueron floreciendo.

En medio de un ambiente de continuas luchas, ocupan un lugar destacado las Cruzadas, guerras de religión que se iniciaron en 1095 para combatir a los musulmanes de Tierra Santa en un intento de defender a los peregrinos que acudían a Jerusalén para venerar los Santos Lugares recorridos por Nuestro Señor, y restaurar el control cristiano sobre los mismos.

No pretendo abarcar en este escrito todas esas facetas del mundo medieval, sino centrarme en lo que interesa a este blog: la importancia de la faceta espiritual en una época en la que predominaba la filosofía católica. Por ello, si me acompañan, podemos contemplar a través de varias imágenes algunas de las piezas expuestas que más han llamado mi atención.

Cruz procesional (1300-1350) - España.
Muestra la Crucifixión, flanqueada por la Virgen, mientras que en la base Adán emerge de su tumba y un ángel elevado hace oscilar un incensario. Con este tipo de ornamentación, se garantizaba que la Cruz fuese el foco de atención del ritual de culto.
 
 
Tabla de artesonado mostrando un combate entre un caballero cristiano y un musulmán (1300).
España - Museo Nacional de Cataluña.
El panel muestra a un caballero cristiano persiguiendo a un musulmán durante la Reconquista.
A comienzos del siglo VIII, la mayor parte de la península ibérica había caído bajo control musulmán, no siendo hasta el siglo XI cuando los líderes cristianos del Norte de España consiguieron expandirse hacia el Sur, a causa de las luchas intestinas entre los dirigentes musulmanes.
 
 
Estatuilla de un caballero (1375-1425) - Inglaterra.
Esta estatuilla, que quizás represente a San Jorge, personifica al caballero medieval.
La parte superior del cuerpo está protegida por una coraza con cota de malla.
Bien armado, porta espada y escudo, y probablemente también una lanza.
 
A la izquierda, anillo papal (1431-1447) - Italia.
Lleva las armas de los Coldomer, sugiriendo que pudo pertenecer a un consejero del Papa Eugenio IV, cuyo papado quedó ensombrecido por una serie de disputas que condujeron a la invasión de los Estados Pontificios.
 
A la derecha, anillo papal (1458-1464) Italia.
Está relacionado con el Papa Pío II, pues lleva las armas de su familia, los Piccolomini, junto con las llaves de la Santa Sede y la inscripción "Papa Pio". El tamaño del anillo indica que su lugar era, probablemente, la mano enguantada de un representante papal.
 
 
"Toma de Jerusalén"(1400-1500) - Francia.
El Papa exhortó a los caballeros cristianos de toda Europa para que unieran sus fuerzas en una cruzada que liberase esa importante ciudad de los musulmanes.
La ciudad cayó en 1099 para ser reconquistada por los musulmanes en 1244.
 
Piezas circulares de vidrio (1480-1500) - Alemania.
Las vidriera con sus vivos colores llenaron de una luz radiante el interior de los edificios medievales, conformando grandes diseños decorativos o elaboradas historias.
Estos tres medallones muestran la Crucifixión, San Cristóbal llevando al Niño Jesús y Santa Catalina.
 
Matriz para el sello de San Luis IX (1255-1350) - Francia.
En esta matriz, el rey Luis IX (1226-1350) está caracterizado como rey y como santo.
Procede de un convento de Mâcon, en la región de Borgoña, fundado por el mismo rey en 1255.
Luis IX destacó por llevar una vida devota y por su colección de reliquias, que incluía la corona de espinas y fragmentos de la Vera Cruz, ordenando construir la Sainte-Chapelle de París para albergarlas.
 
Figura de Cristo en piedra (1200) - España.
Originalmente, esta figura estaba situada en una de las entradas de la iglesia de San Lorenzo de Carboeiro (Pontevedra). La imagen de Cristo sentado en el trono tuvo una gran repercusión entre los gobernantes medievales. En la Biblia, el trono simboliza la autoridad divina, describiendo a Jesucristo sentado en un trono a la derecha de Dios y ejerciendo su imperio sobre su reino.
 
 

Dos reyes santos: Fernando III de Castilla y Luis IX de Francia.
 
Estatuilla de la Virgen María (1400-1500) - Francia.
A la Virgen María, modelo para todas las mujeres, se la describe y representa como Reina del Cielo.
Aquí, aparece ataviada con los ropajes propios de las damas más nobles.
Los marcados pliegues de la falda y las capas de tela sirven para expresar el costoso diseño del vestido.
 
 
"La Misa de San Gregorio" de Israhel van Meckenem (1490-1500) - Alemania.
En la Eucaristía, el pan y el vino se transforman realmente en el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor.
Este grabado representa la aparición de Cristo a San Gregorio cuando un no creyente ponía en duda su doctrina.
 

Frontal de altar de Farrera (1200-1230) - España.
Los altares medievales solían estar profusamente decorados con ricos tejidos, y en ocasiones también con pinturas. El panel nos muestra a Jesucristo, a los discípulos y los símbolos de los evangelistas:
Mateo (el ángel), Marcos ( el león), Lucas (el toro) y Juan (el águila).
 
Diversos objetos de devoción y culto.
 
Políptico de la vida de Santa Clara (1500) - España.
Procede de un monasterio de Palencia, cuenta la vida de la santa, detallando sus buenas obras, el reparto de alimentos entre los pobres, su encuentro con San Francisco de Asís, y su ingreso en el convento. Las alas del políptico sirven de marco a la imagen de la santa y pueden cerrarse para ocultarla de la vista.
 
Piedad (1400-1500) - España.
El arte devocional hacía especial hincapié en la humanidad y el sufrimiento de Jesucristo, aspecto que se aprecia muy claramente en la imagen de la Virgen sosteniendo el cuerpo de su hijo.
 
Cristo de un descendimiento (1170-1200) - España.
El cuerpo demacrado de Jesucristo, las costillas marcadas y su expresión adusta crean gran impacto emocional.
 
Virgen sentada con el Niño - Segunda mitad del siglo XII - España.
Imagen típicamente románica, que se popularizó especialmente en los siglos XII y XIII, poniendo de relieve el importante papel de la Virgen María en la historia de Jesucristo.
 
Panel de San Juan Bautista (1400-1500) - Inglaterra.
Muestra la cabeza de San Juan Bautista sobre la figura de Cristo saliendo de su tumba, y flanqueada por San Pedro y un arzobispo. Dos ángeles sostienen el alma de San Juan en la parte superior.
 
Panel del Juicio Final (1400-1500) - Inglaterra.
Eran habituales este tipo de paneles que instruían a los fieles sobre episodios bíblicos.
De las quince señales que indicarían el advenimiento del juicio final, aquí se recoge la sexta: el derrumbe de edificios y ciudades. Estos sucesos interesaban especialmente a las gentes de la época, pues consideraban el fin del mundo como algo próximo.
 
Díptico (1300-1400) - Francia.
Estos paneles de marfil con bisagras se empleaban a modo de libro para ayudarse en la oración.
El de la imagen recoge las cuatro escenas de la crucifixión, descendimiento, sepultura y resurrección de Jesús, permitiendo la meditación.
 
Díptico (1300-1400) - Francia.
Aparecen talladas escenas de los últimos días de la vida de Cristo, en un claro intento de ayudar a la visualización de esos episodios. En la última, aparece el descenso de Cristo a los infiernos, rescatando a Adán y Eva.
 
Cofre relicario (1250) - Francia.
Este cofre esmaltado muestra a los tres Reyes Magos, utilizado para contener reliquias sagradas.
 
Relicarios en forma de cruz (500-700) - Imperio Bizantino.
Aquellos que podían poseer determinadas reliquias de santos, las colocaban en el interior de relicarios-joya como es el caso de estas cruces, que se portaban en contacto con la piel, de modo que las propiedades milagrosas de las mismas estuvieran lo más cerca posible de su portador.
 
 
 
Finalizado el recorrido por la exposición, me siento afortunada por haber contemplado todos esos objetos que me retrotraen a una época que siempre me ha atraído de una forma especial. La muestra recoge aspectos fundamentales del período medieval, aunque, a decir verdad, resulta un tanto escueta en ciertas explicaciones, muchas de las cuales parecen redactadas desde una visión neutra y demasiado impregnada de mentalidad moderna. Aun así, los objetos expuestos hablan por sí solos y transmiten su significado a todos aquellos que se detengan a contemplarlos desde la fe y la devoción. He echado de menos un apartado dedicado a las grandes catedrales, más allá del audiovisual que expone algunos de sus detalles, y también una mejor explicación de lo que las Cruzadas supusieron en la historia medieval. A falta de ello, y antes de concluir este escrito, escojo la imagen que tomé en el curso del audiovisual relativo a la evolución de las ciudades de la época, concretamente la de Jerusalén.
 
Jerusalén (1493)
 
 
Jerusalén era la ciudad de Cristo, santuario supremo, reino celestial,  presente siempre en los sermones, en las leyendas, en las pinturas, en las reliquias, y aun estando a gran distancia, siempre estaba próxima al corazón de cada uno de los cristianos. Muchos creen que los caballeros que partían a las Cruzadas lo hacían en busca de aventuras, con afán de escapar del hogar o en busca de riquezas...Es evidente que en algunos casos, esos motivos podían ser reales, pero lo cierto es que enrolarse en tamaña empresa, implicaba muchos riesgos. Lo que resulta incomprensible para la mentalidad moderna es la verdadera razón que empujó a miles de hombres a cruzar Europa con destino a Jerusalén: a los cristianos se les ofrecía la oportunidad de ganarse el perdón de sus pecados. Eran auténticos devotos creyentes que buscaron la salvación en la Ciudad Santa. Simplemente respondieron al Papa: "Deus le volt!" (Dios lo quiere), tomaron la Cruz, y atravesaron Europa con destino a la ciudad donde Nuestro Señor fue crucificado y resucitó.
 
Por eso, contemplando todos los objetos expuestos no puedo evitar pensar en todas aquellas gentes que se movían por auténticos ideales y que todo lo hicieron por amor a Dios y por la salvación de sus almas. Nunca lo olvidemos.

  
 
FOTOS: María Luz