miércoles, 7 de octubre de 2015

LOS HERALDOS DEL EVANGELIO

Hoy, día 7 de octubre de 2015, ha sido un día especial e inolvidable para mí, porque he tenido la gran fortuna de asistir a la celebración de la Santa Misa en una de las casas de los Heraldos del Evangelio, concretamente en la sede de la Asociación Cultural Salvadme Reina de Fátima en Madrid.
 
 
Foto: María Luz
 
 
Mi asistencia ha venido motivada por invitación del Rvdo.D. Pedro Paulo, quien cuenta con mi agradecimiento, respeto y alta estima. El Reverendo es todo un ejemplo de profunda religiosidad, afabilidad, bondad y del saber hacer bien todo aquello que emprende. Una misa celebrada por Don Pedro Paulo es algo tan hermoso que uno se siente prácticamente en el mismísimo Cielo. Si además se produce en el día de Nuestra Señora la Virgen del Rosario, la ocasión es doblemente especial. Al comienzo de la Misa, el Reverendo tuvo unas palabras de recuerdo a un hecho histórico de gran relevancia que conmemoramos en este día: el 444 aniversario de la victoria de la Santa Liga en la Batalla de Lepanto, victoria alcanzada por intercesión de la Santísima Virgen, a la que las tropas cristianas tenían tan presente en todo momento, y cuya intercesión era así mismo solicitada por el Papa Pío V. Emociona tener presente la Historia, mucho más cuando se trata de un hecho de tan importantes consecuencias para nuestro continente. Concluida la Misa, los presentes hemos rezado las Tres Avemarías y la Salve dedicadas a la Santísima Virgen, y finalmente, la oración a San Miguel Arcángel, tal como ordenó expresamente el Papa León XIII.
 
Quienes leen este humilde blog saben que ya hablé con anterioridad de los Heraldos del Evangelio, concretamente por mi asistencia a la celebración de los primeros sábados de mes en la madrileña Colegiata de San Isidro.
 
Los Heraldos del Evangelio son una Asociación Internacional de Fieles de Derecho Pontificio, la primera a ser erigida por la Santa Sede en el tercer milenio, acontecimiento que se realizó por ocasión de la fiesta litúrgica de la Cátedra de San Pedro el 22 de febrero de 2001.
 
Mayoritariamente integrada por jóvenes, la Asociación actualmente se haya presente en 78 países. Sus miembros de vida consagrada practican el celibato y se dedican íntegramente al apostolado, viviendo en casas destinadas específicamente para hombres o para mujeres que alternan vida de recogimiento, estudio y oración, con actividades de evangelización en las diócesis y parroquias haciendo especial énfasis en la formación de la juventud.
 
Aunque no profesan votos y se mantienen en estado de laicos - con la excepción de algunos que abrazan las vías del sacerdocio - los Heraldos del Evangelio procuran practicar en toda su fascinante pureza, los consejos evangélicos. Viven normalmente en comunidades masculinas o femeninas en un ambiente de caridad fraterna y disciplina. En sus casas se fomenta la vida de oración y estudio, de acuerdo con la sabia orientación que diera el Papa Juan Pablo II:
 
“La formación de los fieles laicos tiene como objetivo fundamental el descubrimiento cada vez más claro de la propia vocación y la disponibilidad cada vez mayor para vivirla en el cumplimiento d ella propia misión” (CHRISTIFIDELIS LAICI,58).
 
Otra categoría de miembros son los Cooperadores o Terciarios, los que “aunque se sientan identificados con el espíritu de la Asociación, no pueden comprometerse plenamente con los objetivos de ella por sus compromisos sacerdotales, o el hecho de pertenecer a un instituto de vida consagrada o sociedad de vida apostólica, o por sus deberes matrimoniales o profesionales”.
 
Laicos, casados o solteros que viven totalmente en el mundo, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, laicos de vida consagrada o miembros de otras de otras asociaciones o movimientos apostólicos, los Cooperadores de los Heraldos del Evangelio, además de observar los deberes y preceptos propios a su estado, se esfuerzan por vivir en conformidad con el carisma y la espiritualidad de la Asociación, dedicando a ella su tiempo libre y comprometiéndose a cumplir ciertas obligaciones.
 
Los Heraldos tienen su espiritualidad cimentada en tres puntos esenciales: la Eucaristía, la Santísima Virgen y el Papa.
 
Buscan la perfección tanto en sus vidas diarias como en todas sus celebraciones. Una misa celebrada por los Heraldos es un canto a la belleza y a la espiritualidad, algo que se agradece especialmente en estos tiempos que corren. Su organización, su cuidado por las formas, su maravilloso coro, hacen que nuestro espíritu se eleve de una manera muy especial. Y precisamente esa belleza que persiguen en todo lo que emprenden es también un mandato del Santo Padre:
 
"El mundo en que vivimos tiene necesidad de belleza para no caer en el desespero. La belleza como la verdad, es la que trae alegría al corazón de los hombres, y es este fruto precioso el que resiste el paso del tiempo, que une a las generaciones y hace comulgar en la admiración".
 
Fue el Papa Benedicto XVI quien, en su libro "Luz del Mundo" reconocía la importancia de los Heraldos del Evangelio con estas palabras:
 
"Si se mira superficialmente, podría pensarse que el Cristianismo se ha agotado, pero si se mira más a fondo, se ve que, en este momento, el Cristianismo está desplegando al mismo tiempo una creatividad totalmente nueva. Hay una eclosión católica, un dinamismo de nuevos movimientos, por ejemplo, los Heraldos del Evangelio, jóvenes llenos de entusiasmo que han reconocido a Cristo como el Hijo de Dios y lo llevan al mundo."
 
Démos gracias a Dios y a la Santísima Virgen por poder contar con los Heraldos y su importante labor de evangelización. Y démos gracias por las personas que, como ellos, hacen todo lo que está en su mano para aportar belleza a este mundo. Como decía Dostoyevski, "la belleza salvará el mundo"...Y cuando tenemos la inmensa fortuna de disfrutar de la belleza, nos sentimos más cerca de Dios.
 
  
 
 
FUENTES:
es.arautos.org
"Luz del Mundo" - Conversación de Benedicto XVI con Peter Seewald.
 
 

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