domingo, 12 de noviembre de 2017

FIESTA DE SANTA MARÍA LA REAL DE LA ALMUDENA 2017

Esta pobre esclava de María, que aquí escribe, se siente extraordinariamente feliz y agradecida tras haber participado, el pasado día 9 de noviembre, en la festividad de Nuestra Señora de la Almudena, patrona de la villa de Madrid. El motivo radica en la alegría que siempre supone festejar a Nuestra Madre, pero debo reconocer que fue una jornada doblemente especial para mí, pues es la primera vez en que he tenido oportunidad de asistir a la celebración de la Santa Misa en la Plaza Mayor y a la posterior procesión, todo ello en calidad de humilde Esclava de Nuestra Señora, como Terciaria de los Heraldos del Evangelio y en la grata compañía de los integrantes de mi familia espiritual.

Cuando no era seguro que pudiera asistir, Nuestra Señora me hizo el regalo de poder estar presente en Su fiesta, obsequiándonos a todos los presentes con una mañana fría en temperatura pero intensamente soleada en el cielo madrileño y calurosa en los corazones de todos sus fieles devotos.

 
Entrando en la Plaza Mayor, mientras caminaba sobre sus adoquinado, elevé la mirada y pude contemplar la entrada  de Nuestra Señora, momento aprovechado para dirigirle mi plegaria desde lo más hondo de mi corazón. Antes del inicio de la Santa Misa, nos unimos todos en oración con esa bella plegaria escrita por San Bernardo, en la que se nos invita a contemplar a María y a recurrir a Ella en todas nuestras necesidades, con la seguridad de que seremos bien atendidos.

 
 
 
 
 

 
 
 
Junto al cardenal arzobispo de Madrid concelebraron el arzobispo emérito de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela; el nuncio de Su Santidad en España, monseñor Renzo Fratini; el arzobispo castrense, monseñor Juan del Río; el obispo auxiliar de Madrid, monseñor Juan Antonio Martínez Camino; el obispo auxiliar de Getafe, monseñor José Rico Pavés; los vicarios generales de Madrid, Getafe y Alcalá; vicarios episcopales y numerosos presbíteros.

 
Su Eminencia el Cardenal Carlos Osoro, en sus primeras palabras, recordó el hecho histórico del descubrimiento de la imagen de Nuestra Patrona en la muralla de Madrid, cuando corría el año 1085, durante la conquista de la ciudad por el rey Alfonso VI,  hecho que "fue el hallazgo consolador y gozoso que permitió a Sus Hijos reemprender el camino de su futuro, libres para creer en Jesucristo". Tras la primera lectura, escuchamos un cántico tomado del Libro de Judit: "Tú eres el orgullo de nuestra raza", aplicado a la Santísima Virgen.

 
 
 
 
 
Una vez proclamado el Santo Evangelio, el Cardenal Osoro pronunció una bella homilía reiterando lo mencionado en el anterior cántico: "Santa María, Madre de Dios, es verdad, Tú eres el orgullo de nuestra humanidad"..."Todos los hombres, de cualquier raza y cultura y en cualquier lugar, saben que Jesucristo nos entregó a Su Madre como Madre nuestra. Gracias a Ella, pudimos ver el rostro de Dios que se hizo Hombre. María nos sitúa en la realidad, pero ¿qué es la realidad? Ciertamente, es mucho más que los bienes materiales, mucho más que los problemas sociales, políticos y culturales; la realidad fundante y decisiva es Dios. Excluyendo a Dios, la realidad se falsifica"..."Es un Dios con rostro humano, el Dios del amor hasta la Cruz. Es quien nos dijo que somos hijos de Dios y, por tanto, hermanos de todos los hombres"..."La Virgen María es la imagen más bella de la Iglesia, teniendo ésta una tarea trascendental: dar rostro a Dios en esta humanidad". Nuestro Cardenal nos propuso en su homilía que acojamos la propuesta que Nuestro Señor nos ha hecho a través de Ella:
  • Fijémonos en la mirada de María, mirando siempre a Dios. Es una mirada que alcanza a todos, a toda la realidad y que actúa a favor de todos.
  • Fijémonos en la mano derecha de María, que abraza los pies de Jesús. De la misma manera, abraza nuestros pies para que caminemos, para que estemos con todos los hombres, como hizo Nuestro Señor.
  • Fijemos nuestra atención el mano izquierda de María, que toca el corazón de Jesús, invitándonos a que nuestro corazón palpite junto al de Cristo, como lo hizo Ella.
"Santa María de la Almudena, danos Tu mirada, abraza nuestros pies y toca nuestro corazón. Haz que los que creemos en Tu Hijo, caminemos como Él".
 
Tras la finalización de la Santa Misa, fue tiempo de iniciar nuestro camino a través de las calles Sal, Mayor y Bailén, acompañados por los cánticos y los bailes tradicionales de la región madrileña y de otros lugares de nuestra nación, abriendo paso a Nuestra Señora, a quien esperaban con impaciencia todos los madrileños, hasta concluir nuestro recorrido en la explanada de la Catedral para esperar la llegada de Nuestra Señora.
 
 
 
 
 
 
  
 
 
 
 
 



 
 

 
 
Al aparecer en la lejanía, todos dirigimos nuestras miradas hacia Ella, contemplándola bellamente ataviada con un manto del siglo XVIII, tejido en plata, que perteneció a la Infanta Carlota Joaquina, quien fue hija del rey Carlos IV de España, reina consorte de Portugal y madre del primer emperador de Brasil, y un precioso velo del siglo XIX. Así fue como llegó Nuestra Señora sobre su carroza, acompañada por las oraciones y aplausos de todos los presentes.
 
 
 
 
 
 
 
Tras las palabras y la bendición impartida por el Cardenal Arzobispo de Madrid, todos entonamos el Himno dedicado a Nuestra Señora de la Almudena, siendo también honrada con el canto de una hermosa jota aragonesa que a todos nos llenó de alegría aun cuando algunos no seamos originarios de esa bendita tierra, y con el Himno Nacional de España, coronando así una jornada que sin duda permanecerá para siempre entre mis más gratos recuerdos.
 
¡Madre, gracias por protegernos bajo Tu manto!
 
 
Fotos:
Don Eric Fco. Salas
Archidiócesis de Madrid.
 


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