martes, 16 de mayo de 2017

CENTENARIO DE LAS APARICIONES DE FÁTIMA EN LA CATEDRAL DE MADRID

La conmemoración de un hecho histórico siempre constituye, en sí mismo,  un acontecimiento relevante, pero si ese hecho, además de histórico, nos conecta directamente con el Cielo, su relevancia se multiplica hasta lo extraordinario. Eso mismo sucedió el pasado sábado, 13 de mayo de 2017, en que conmemoramos el centenario de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima.
 
Para todos los que no pudimos estar en Fátima en una fecha tan significativa, en que el Santo Padre visitaba dicha localidad y canonizaba a los pastorcitos Francisco y Jacinta Marto, la presencia de Nuestra Señora de Fátima se hizo realidad en la madrileña Catedral de Santa María la Real de la Almudena, permitiéndonos asistir a una conmemoración tan especial, en una bella y solemne celebración, organizada por los Heraldos del Evangelio.

 
Cuando la Catedral ya estaba repleta de feligreses impacientes por ser testigos de la celebración, ésta comenzó con el preceptivo cortejo de entrada y la Coronación de la imagen de la Santísima Virgen, dando lugar al inicio de la Santa Misa, presidida por Su Eminencia el Cardenal Antonio María Rouco Varela, y ambientada musicalmente por el maravilloso coro de los Heraldos del Evangelio, que con sus magníficas voces interpretaron una serie de cantos capaces de elevarnos espiritualmente hasta el infinito.


 
 
 
 
 


 
El significado de lo que allí conmemorábamos se hizo bien patente a través de la homilía pronunciada por Monseñor Juan Antonio Martínez Camino, que supo transmitir la relevancia de este siglo de Fátima ya concluido el pasado sábado, pero cuyo mensaje sigue abierto a todos nosotros, invitándonos a la conversión, la oración y la penitencia. Si bien ha sido un siglo lleno de violencias y guerras terribles, en el que diversas promesas de libertad y progreso se convirtieron en realidades muy diferentes, repletas de ruina y esclavitud, justo es tener presente que ha sido también un siglo bajo la mirada maternal de Nuestra Señora, lo cual no puede dejar de reconfortarnos profundamente. El siglo de Fátima ha concluido con un hecho que a todos los creyentes nos llena de gozo, pues los pastorcitos y hermanos Francisco y Jacinta Marto, que tuvieron la dicha de contemplar a María Santísima, han sido canonizados en la misma fecha y en el mismo lugar que marcó sus vidas. Los ya reconocidos oficialmente como Santos por la Santa Iglesia Católica supieron abrirse al mensaje de Nuestra Señora y colaborar en el plan de salvación, que es un plan de amor, y al cual todos podemos y debemos contribuir.

Para esta pobre esclava de María que aquí escribe, la fecha todavía poseía otro significado muy especial, pues era el primer aniversario de mi Consagración a Jesús por María, fecha inolvidable que regresó a mi mente durante diversos momentos de la celebración.



Finalizada la Santa Misa, tuvo lugar el cortejo de salida, que revestido de la misma solemnidad, nos condujo al exterior de la Catedral, entonando el Himno Pontificio, mientras contemplábamos ante nuestros ojos el impresionante fondo constituido por el Palacio Real de Madrid, lo cual, debo reconocer me produjo  una honda emoción, en un compendio de sensaciones, que seguro mis apreciados lectores comprenderán conociendo mis gustos y todo aquello que conforma buena parte de mi mundo interior.

Ya en el exterior, participamos en la procesión, acompañando a Nuestra Señora con el rezo del Santo Rosario, tal como Ella pidió a los pastorcitos..."Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra". Quienes además fuimos honrados con la posibilidad de portar la imagen de Nuestra Madre, lo recordaremos siempre con intensa emoción.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Concluida la procesión, el Cardenal Rouco Varela nos recordó la importancia de la devoción a la Santísima Virgen, y nos invitó a entonar el Himno a Nuestra Señora de la Almudena, lo cual hicimos con especial agrado y emoción pues Ella es la Patrona de todos los que habitamos en este querido y viejo Madrid.
 
La jornada concluyó con el Besapiés a la Santísima Virgen, en el que cientos de fieles desfilaron para honrarla y mostrarle su afecto en un día tan significativo. Si bien, todos somos conscientes de estar viviendo una época árida y despojada de religiosidad, ver una multitud de fieles honrando a Nuestra Señora, siempre es motivo de regocijo y esperanza, como esperanzador es el mensaje de Fátima, que si bien anuncia sucesos trágicos, también sitúa ante nuestros ojos un esplendoroso horizonte: el Reino de María.

Ella, con su bondadosa y maternal mirada, nos reconfortó a todos los presentes, recordándonos Su continua presencia en nuestras vidas, invitándonos a sobrellevar nuestros sufrimientos con alegría, en la certeza de que no estamos solos, que Ella nos acompaña y nos protege en nuestro camino hacia la eternidad.
 
Poco importan los desgraciados acontecimientos que tengan que suceder en el futuro, pues contamos con la certeza de Su maravillosa promesa:
 
 "Mi Inmaculado Corazón triunfará"


(Todas las fotografías han sido realizadas por Don Eric Fco. Salas, a quien agradezco, una vez más, su amabilidad cediéndomelas para ilustrar este humilde escrito).

 

martes, 9 de mayo de 2017

CARTA A LOS AMIGOS DE LA CRUZ

Leer a San Luis María Grignion de Montfort es un privilegio. Tras la lectura de La Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, y el Secreto Admirable del Santísimo Rosario, ha llegado el turno de abrir las páginas de la Carta a los Amigos de la Cruz, librito en el que su autor nos explica la importancia que, para nosotros cristianos, tiene el apego a la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, y cómo podemos unirnos más estrechamente a esa Cruz adorable.
 
 
"Amigos de la Cruz, ¡qué nombre tan grande! Es el nombre inconfundible del cristiano." Esta idea resulta tan difícil de aceptar para la inmensa mayoría, sin darnos cuenta que, cuanto más nos alejemos de la cruz, más sufriremos y más nos desviaremos del camino que conduce al Cielo. San Luis María nos explica que todo amigo de la cruz es un hombre elegido por Dios, un héroe que combate contra el demonio y el mundo, venciendo a ambos. Amando la cruz, soportando sufrimientos, penas y humillaciones, se opone al orgulloso Satanás; amando la pobreza, vence la avaricia del mundo; sintiendo apego al dolor, destierra la sensualidad de la carne.
 
El amigo de la Cruz se convierte en un ser que se eleva sobre lo terrenal, lo visible y perecedero, pues su mente y su destino están en el cielo, identificándose en todo con Nuestro Señor..."Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí".
 
Para ello debemos visualizar claramente la existencia de dos bandos muy diferenciados:
 
  • El bando de Jesucristo: compuesto por los auténticos seguidores de Jesús, de escaso número, pues seguir al Maestro supone poseer un grado de valentía que permita cargar con las cruces con buen ánimo, sirviendo a Nuestro Señor todos los días de nuestra vida, y encaminándose hacia el cielo.
  • El bando del mundo o del demonio: es el más numeroso, y a simple vista muestra una apariencia atrayente. Sus integrantes aborrecen la humillación, ambicionan los honores, y viven sumergidos en placeres, ofreciendo justificaciones para todo lo que acometen, pensando que la misericordia divina les salvará y les abrirá las puertas del cielo, sin que tengan que renunciar a ningún aspecto terrenal. En realidad, se engañan a sí mismos, pues Dios es misericordioso pero también justo.
Como cristianos, debemos aplicarnos a la lectura de este librito y grabarnos a fuego cada una de las directrices que el autor nos ofrece para alcanzar la perfección cristiana, y que paso a exponer.
 
La perfección cristiana comprende varios aspectos que debemos cumplir:
 
  1. Querer ser santos, es decir, querer seguir a Jesucristo, renunciando al mundo, a su propio cuerpo y a su propia voluntad.
  2. Abnegarse, lo cual implica, negarse a sí mismo.
  3. Padecer: cargar con la propia cruz. 
  4. Obrar: seguir a Jesucristo.
Cargar con la propia cruz, implica cargar con la cruz individual, la que el Altísimo destina a cada uno de nosotros, conformada por nuestros sufrimientos, dolores, humillaciones, una cruz construida a nuestra medida, que debemos cargar con buen ánimo y sin quejas. Debemos ser muy conscientes de este punto, pues tenemos que pagar por nuestros pecados en este mundo o en el otro. Y a todas luces, es mucho más ventajoso hacerlo en este mundo, pues de esta forma, nuestro castigo será más suave y llevadero, asistiéndonos en todo momento la misericordia divina. Mientras que si tuviéramos que pagar por nuestros pecados en el otro mundo, sería un castigo sin misericordia y eterno. Cargar nuestra cruz es un regalo que Nuestro Padre nos hace, pues sólo a través de ella podremos entrar en el cielo, por ello mismo, sufrir con alegría se convierte en un acto de sabiduría. Además debemos tomar en consideración que si Nuestro Señor fue coronado de espinas, nosotros no somos merecedores de estar coronados de rosas, pues "es necesario que el discípulo sea tratado como el maestro y el miembro como la Cabeza." Aceptando la voluntad divina con paciencia y resignación, demostraremos nuestro amor a Jesucristo, que padeció tanto por nosotros, y nos purificaremos. Él sabe bien lo que hace, lo que nos conviene, "sus golpes son acertados y amorosos." Y además fijémonos en  el ejemplo de numerosos santos, que fueron hombres y mujeres de carne y hueso, y que con la ayuda de la gracia, demostraron su amor a Nuestro Señor, y hoy disfrutan del paraíso celestial. Nada ni nadie evitará nuestro sufrimiento, por tanto, mejor sufrir con paciencia y resignación, con alegría como hizo Jesucristo, asistidos de la gracia, que sufrir con impaciencia, incrementando el peso de nuestra cruz con el añadido por el demonio, sin asistencia de la gracia, y condenándonos al sufrimiento eterno.
 
Cargar la cruz y seguir a Jesucristo, implica llevar la cruz como Él la llevó, y para conseguirlo debemos guardar una serie de catorce reglas:
  1. No buscar cruces a propósito ni por culpa propia. No tiene sentido hacer el mal para buscar el desprecio de otros y cargar con esa cruz, sino todo lo contrario, debemos hacer siempre el bien, imitando a Nuestro Señor Jesucristo, para agradar a Dios y ganar al prójimo. Será siempre la Providencia la que nos enviará los sufrimientos, sin que nosotros lo elijamos.
  2. Mirar por el bien del prójimo. A la hora de actuar, siempre debe guiarnos la caridad hacia el prójimo.
  3. Admirar, sin pretender imitar, ciertas mortificaciones de los santos. Admiremos sus virtudes y la maravillosa obra del Espíritu Santo en sus almas, pero no pretendamos volar tan alto como ellos.
  4. Pedir a Dios la sabiduría de la Cruz, y pedirla con insistencia, para que lleguemos a comprender cómo podemos llegar a desear, buscar y cargar la cruz.
  5. Humillarse por las propias faltas, pero sin turbación. Si hacemos algo indebido, sea por culpa o por ignorancia, humillémonos enseguida ante Dios, y aceptemos la humillación que nos pueda sobrevenir, pues es permitida por Dios para humillarnos ante nosotros mismos y ante los hombres, y quitarnos la consideración orgullosa de las gracias concedidas por Él.
  6. Dios nos humilla para purificarnos, y de este modo, conducirnos a la humildad y santidad, pues "todo cuanto hay en nosotros está corrompido por el pecado de Adán y por los pecados actuales."
  7. En las cruces, evitar la trampa del orgullo. Nunca debemos pensar que nuestras cruces son grandes y muestra del amor que Dios nos tiene, sino amorosos castigos por nuestros pecados.
  8. Aprovecharse más de los sufrimientos pequeños que de los grandes, ya que Dios no mira tanto cuánto sufrimos sino cómo sufrimos. "Sufrir mucho y mal es sufrimiento de condenados; sufrir mucho y con aguante, pero por una mala causa, es sufrir como mártir del demonio; sufrir poco o mucho, por Dios, es sufrir como santo." Ante las contrariedades que nos sobrevengan, demos gracias a Dios.
  9. Amar la cruz con amor sobrenatural. Dios no nos exige que amemos la cruz con amor sensible, pues resulta imposible a la naturaleza. Hay otro amor a la cruz que es el racional, que surge del conocimiento de la felicidad que hay en sufrir por Dios. Siendo éste un amor bueno, no es siempre necesario para sufrir con alegría y según Dios. Existe un amor fiel y supremo, que nace del alma, a la luz de la fe, que nos hace amar la cruz que cargamos. Con uno de estos dos últimos tipos de amor, debemos amar la cruz y aceptarla.
  10. Sufrir toda clase cruces, sin rechazarlas ni elegirlas...Cualquier injusticia, pobreza, pérdida, enfermedad, humillación, pena, calumnia, abandono, traición..."Ahí está la meta suprema de la gloria divina y de la felicidad verdadera del auténtico Amigo de la Cruz".
  11. Los cuatro motivos para sufrir como se debe: La mirada de Dios (Dios dirige Su mirada a quien lucha por Él y carga su cruz con alegría); la mano de Dios (que está en todo aquello que nos sobreviene...No nos resistamos a ello, pues nos podría someter a la justicia de la eternidad); las llagas y dolores de Jesús crucificado (mirémosle a Él, que era inocente, y no nos quejemos nosotros, que somos culpables); el cielo y el infierno (contemplemos el lugar que merecemos por nuestros pecados, y por sufrir mal...y fijemos nuestra vista en el reino eterno al que llegaremos, luchando con valentía y cargando nuestra cruz con paciencia).
  12. Nunca nos quejemos voluntariamente de las criaturas de que Dios se sirve para afligirnos. La queja que constituye pecado es la que trata de evitar el mal que nos hace sufrir, o la queja con intención de venganza, o la queja consentida y acompañada de murmuración e impaciencia.
  13. Recibir la cruz con agradecimiento, sabiendo que la recibimos por nuestro bien.
  14. Cargar con cruces voluntarias...Pequeñas cruces como renuncia al apego de ciertas cosas, alimentos, etc...Esto nos ayudará a enriquecernos, siendo fieles al Señor, y recibiendo de Él numerosas gracias junto con las cruces, hasta llegar a la gloria eterna.
 
Si seguimos todos los consejos ofrecidos por San Luis Mª Grignion de Montfort, acatando todas estas reglas, nos convertiremos en auténticos amigos de la Cruz, y en merecedores de alcanzar el reino celestial.


 IMÁGENES : Google
 

domingo, 7 de mayo de 2017

EL MENSAJE DE NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA PARA LOS NIÑOS

A tan sólo unos días de la conmemoración del centenario de las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima, he recibido un regalo, pequeño en tamaño pero inmenso en contenido, titulado "Our Lady's Message to Three Shepherd Children and the World", editado por Sophia Institute Press. Su autora, la escritora y periodista americana Donna-Marie Cooper O'Boyle, ha publicado numerosas obras sobre nuestra fe, que junto a sus numerosas intervenciones en emisoras de radio y en el conocido canal católico EWTN, la han convertido en una autora de referencia y en "portavoz" de lo que podríamos denominar la femineidad católica.
 
Foto: María Luz
 
Donna-Marie Cooper O'Boyle
Foto: donnamariecooperoboyle.com
 
 Si bien sus libros no están traducidos al español, para todos aquellos que seguimos todo lo relacionado con la catolicidad a través de Internet, Donna-Marie Cooper es una personalidad muy presente en medio de un mundo despojado de religiosidad. Esposa, madre y abuela, ella es una autora de referencia, y en sus manifestaciones está siempre patente su gran amor y devoción a Nuestra Señora, así como la profunda huella que dejó en su vida su amistad con Santa Teresa de Calcuta.
 
El librito que hoy me ocupa es un pequeño tesoro, en el que la autora relata a los niños todo lo que aconteció en Fátima hace ya cien años, y la forma en que las apariciones de Nuestra Señora marcaron la vida de los tres pastorcitos que tuvieron la dicha de contemplar a la Dama del Cielo.
 
A través de su encantadora redacción y de sus bonitas ilustraciones, los niños estudiantes de inglés, podrán descubrir paso a paso la maravillosa historia real vivida por Lucía, Francisco y Jacinta, abordando su lectura con la misma atención que prestarían a cualquier cuento de hadas, si bien, en este caso, la historia supera con creces lo relatado en los clásicos cuentos infantiles. En el contenido, se aprecia el conocimiento que la autora posee de la mentalidad infantil como experimentada madre y catequista, y en cada una de las líneas desliza con maestría, notas y detalles piadosos que se introducirán en las mentes infantiles sin ningún esfuerzo, siendo fiel en todo momento a la sucesión de los acontecimientos. Junto a ello, la autora plasma en varios apéndices las instrucciones ofrecidas por Nuestra Señora, como la conversión, la penitencia, la devoción de los primeros sábados de mes...así como las oraciones asociadas a las apariciones, destacando la importancia del rezo del Santo Rosario y sus beneficios.
 
El libro se divide en doce capítulos, presentando al final de cada uno un aspecto que me ha agradado especialmente. Se trata de un epígrafe en el que la autora plantea hechos y preguntas que invitan a los niños a reflexionar y a progresar en su camino espiritual. Dichos epígrafes serán también una gran ayuda a los padres para involucrarse más si cabe en la formación espiritual de sus hijos, pues hoy, más que nunca, es necesario mantener a los niños cerca del sentimiento religioso para que no sean víctimas de la descristianización de nuestra sociedad.
 
En resumen, se trata de un librito encantador, que enseña a los más jóvenes el mensaje de Fátima, y lo que es más importante, a vivirlo, contribuyendo al triunfo del Inmaculado Corazón de María, y a alcanzar la santidad.
 
Les aseguro que yo he disfrutado mucho a través de sus páginas, aun cuando ya no soy una niña...o ¿tal vez lo siga siendo?...
 
"Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los Cielos."
(Mateo 18:3)
 
Con mi sincero agradecimiento a la señora Donna-Marie Cooper O'Boyle
y a Sophia Institute Press.
 
 
 

lunes, 1 de mayo de 2017

NOBLEZA OBLIGA

Desde mi más tierna infancia, he sentido gran interés por todo lo relacionado con el mundo de la monarquía y la aristocracia. Siendo una niña tranquila y dada a la lectura, mis ojos infantiles siempre se detenían en aquellas páginas que presentaban ante mí a los integrantes de las diversas Casas Reales y familias de la nobleza. Recuerdo bien a los primeros personajes que atrajeron mi atención, y paulatinamente fui aprendiendo sus nombres, los linajes a los que pertenecían y conociendo las maravillosas propiedades que poseían. Sin que nadie me hubiese inculcado tal interés, mi mente infantil percibía que todos aquellos personajes, pertenecientes a linajes vinculados a la Historia de diversos territorios y naciones,  eran referentes que transmitían buen gusto, elegancia, distinción y sentido de la tradición. Con el paso del tiempo fui coleccionando publicaciones y reportajes que todavía descansan guardados en carpetas, y que de vez en cuando me gusta releer. Así mismo, contemplaba con interés las retransmisiones de bodas reales y otros acontecimientos de la realeza ofrecidos por los medios audiovisuales. He de reconocer que esas imágenes, entrevistas, bellas fotografías, galas y actividades oficiales, me acompañaron en muchos ratos libres, contribuyendo de forma notable a despertar mi sentido de lo maravilloso, causando mi admiración, y protegiéndome frente a la vulgaridad propia de la época moderna en que me ha tocado vivir.

Todos esos recuerdos han regresado con gran intensidad a mi mente durante las últimas semanas, dedicadas a la lectura del libro "Nobleza y élites tradicionales análogas en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana", en el que su autor, el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, reconocido pensador católico brasileño y fundador de la Sociedad de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad, comenta  y desarrolla, con gran maestría y brillantez, dichos textos pontificios mencionados en el título de la obra, junto a documentos de otros Pontífices, desmontando todos los prejuicios antinobiliarios tan extendidos en Occidente a raíz de la Revolución Francesa de 1789 y de la Revolución Bolchevique de 1917.

Foto: María Luz
 
Doctor Plinio Corrêa de Oliveira
 
Su Santidad el Papa Pío XII.
 
El autor explica claramente qué es la nobleza, cómo surgió, cuál fue su labor en el pasado y cuál debe seguir siendo su función social en el mundo de nuestros días, junto a  las élites tradicionales análogas, entendiendo éstas últimas como familias que, sin ostentar títulos de nobleza, son portadoras de tradiciones familiares, desempeñando una misión en favor del bien común y de la civilización cristiana. Ambas categorías deben mantener entre sí una mutua colaboración, comportándose como aliadas y desterrando cualquier rivalidad entre ellas.
 
Dicho esto, no cabe duda que la obra protagonista de este escrito es absolutamente contrarrevolucionaria, rasgo con el cual me identifico plenamente,  pues servidora lleva nadando contra corriente desde su más tierna infancia, y porque, además, representa una oportunidad única de abordar este tema tan impopular y que pocas veces pude mencionar en conversación con gente de mi entorno. Con el presente escrito trataré de perfilar las ideas principales recogidas en esta obra que está repleta de nociones brillantemente expuestas, aportando interesantísimos apéndices y documentación que el lector interesado podrá descubrir y leer por sí mismo.
 
Vivimos una época en que siempre se pone el acento en las reivindicaciones sociales en favor de la clase trabajadora, actitud muy loable pero sesgada, pues la sociedad no se compone únicamente de trabajadores manuales sino de clases diversas, desempeñando cada cual su propia función. Sin el respeto a los derechos y deberes de cada clase, no puede existir orden social. Cuando dicho respeto desaparece, surgen las revoluciones, que tratan de alimentar la lucha de clases, y que tantos desastres y tantas injusticias han ocasionado. En pleno siglo XXI, de sobra deberíamos conocer las nefastas consecuencias de la ideología igualitaria derivada del lema revolucionario libertad, igualdad, fraternidad, conceptos dignos de admiración, que fueron pervertidos por los revolucionarios. Sin embargo, sobra explicar la ignorancia que al respecto sigue vigente en nuestro entorno, en que el pueblo, entendido como conjunto de personas conscientes de su posición y de sus propias responsabilidades, ha derivado en masa, es decir, conjunto de personas que sin dicha conciencia, se convierte en una marioneta, cuyos hilos son manejados hábilmente desde fuera por cualquiera en función de su propio interés, careciendo de todo criterio propio, y contribuyendo a aniquilar todo aquello que proporciona a la vida su valor. Todo el mundo debería comprender que los pobres que luchan contra los ricos actúan contra la justicia, contra la razón y contra la caridad. Los inferiores deben siempre alegrarse de la prosperidad de quienes ocupan una situación superior a ellos, pues, llegado el caso, podrán obtener su auxilio en caso de necesitarlo. Los superiores deben estar siempre al lado de los débiles, siendo siempre ejemplares en su conducta. De esta forma se constituirán en verdadera élite, cumpliendo su deber cristiano, sirviendo a Dios y a la nación. Unos y otros deben trabajar por su mutuo bien, rigiéndose sus relaciones por la justicia, el respeto y afecto mutuos.

Frente a quienes consideran que los nobles eran unos bon vivants, que vivían a expensas del pueblo, es necesario explicar que la nobleza surgió como una necesidad de la propia población en el imperio carolingio, que atacada continuamente por invasores extranjeros, no podía encontrar la total protección en la figura de los reyes, razón por la cual dirigió sus peticiones de ayuda a los propietarios de las tierras, demandando de ellos su dirección y gobierno en semejante situación. Atendiendo tal petición, los señores feudales construyeron fortalezas en ayuda de los suyos, incluyendo en esta designación no sólo a sus familiares sino a todos los habitantes de sus tierras junto a sus respectivas familias. Esta actitud protectora derivaba de su profundo espíritu cristiano. De esta manera, los propietarios ofrecieron todo tipo de asistencia para atender a las necesidades de los campesinos, y desempeñaron el mando militar requerido, con los peligros que ello implicaba, vertiendo su propia sangre en favor del bien común. El noble adquiría tal condición porque se sacrificaba por los demás. Junto a esta función, en las épocas de paz, el propietario se convertía en el señor que legislaba y que constituía un nexo de unión entre pueblo y rey.

Los vendimiadores trabajan en los campos bajo la sombra protectora del Castillo de Saumur.
"Les Très Riches Heures du duc de Berry"- Musée Condé - Chantilly.
 
En la Edad Media, la nobleza era una clase social con funciones específicas en el Estado,  entiéndase como tales, la defensa de la nación contra agresiones externas, y la defensa del orden político y social. Debido a la relevancia de dichas obligaciones, sus miembros recibían en compensación determinados honores y privilegios, quedando exentos de impuestos. Mientras tanto, el pueblo se dedicaba al ejercicio de profesiones más lucrativas como el comercio y la industria, favoreciendo sus legítimos intereses personales y familiares. No tenía obligación especial para con el Estado, y su participación en las guerras se producía en grado mucho menor, razón por la cual era la clase menos favorecida en honores, y tenía obligación de pagar impuestos. Por otra parte, el Clero tenía la importante misión de salvar y santificar las almas, ocupándose de la enseñanza así como de obras asistenciales y caritativas. Este cariz especial de su función le permitía conocer de primera mano los asuntos temporales y espirituales de la población, razón por la cual, sus miembros eran escogidos como consejeros en cuestiones de gobierno. El poder era uno, en la figura del Rey, pero era limitado debido a la existencia de una jerarquía organizada. Bajo este prisma es fácil comprender que la sociedad de cualquier época es un conjunto de jerarquías que coexisten y cooperan entre sí, y que toda sociedad jerárquica es altamente participativa. Tal como en el más modesto de los hogares, el padre era el rey de los hijos, de la misma forma, en la cúspide, el Rey era el padre de los padres. Lo mismo puede decirse de la Iglesia, que en ningún caso es una democracia, sino una institución claramente jerarquizada.
 
A finales de la Edad Media, junto a esa nobleza guerrera, señorial y rural, fueron adquiriendo la condición de nobles, personas dedicadas al comercio, a la industria y a la intelectualidad, todas ellas funciones igualmente útiles para el Estado.
 
A esa monarquía propia de una sociedad orgánica, siguió en el tiempo la monarquía absoluta, que si bien, mantuvo la unidad del poder, tuvo el gran inconveniente de suprimir las jerarquías, lo cual puede interpretarse como una violación de la ley de Dios, pues, como bien expresó Juan Donoso Cortés (1), "un poder sin límites es un poder esencialmente anticristiano, e incluso una idolatría, tanto en el súbdito como en el rey: el súbdito adora al rey, y el rey termina por adorarse a sí mismo".

Si seguimos avanzando en el tiempo hasta nuestros días, podemos hablar de la derivación a un absolutismo de Estado, que en aras de la igualdad, ha ido incorporando al poder a las clases no nobles y excluyendo a las clases nobles, lo cual es un contrasentido. El resultado es un estado colectivista que niega los más elementales derechos individuales, como el derecho a la vida, y niega tres grandes principios: tradición, familia y propiedad, en aras de la masificación, la servidumbre y el hambre.

En resumen, durante el Antiguo Régimen, el noble debía ser un héroe cristiano dispuesto a dar la vida por su rey y por el bien de su pueblo, en defensa de la fe y de la cristiandad. Ello se acompañaba de la obligación de tener una conducta intachable en todos los aspectos de su vida, convirtiéndose en un ejemplo para los demás miembros de la sociedad, que se verían impulsados a mejorar en sus respectivos ámbitos. Estos principios quedaban patentes en figuras emblemáticas como el caballero cristiano y la dama cristiana. Aun cuando estos conceptos, desgraciadamente se consideran anticuados hoy en día, no cabe duda de que su sola mención nos hace pensar en personalidades dignas de admiración y respeto, en auténticos referentes a seguir.
 
La notoriedad de la nobleza durante el Antiguo Régimen, fue decayendo durante la Edad Moderna, tendencia que continuó tras las revoluciones igualitarias del siglo XIX y que se acentuó más si cabe tras las dos guerras mundiales vividas en el siglo XX, que supuso para muchas familias nobles la privación de sus medios de vida, viéndose los nobles obligados a desempeñar profesiones en desacuerdo con el prestigio de su clase. Este aspecto fue recogido por el Papa Pío XII en muchas de sus alocuciones, que eran mucho más que saludos dirigidos a la Nobleza Romana por pura cortesía, pues obedecían a más altos designios. En sus palabras, el Romano Pontífice establecía las directrices a las que debía amoldarse un verdadero aristócrata católico:
 
  • Su formación debe estar basada en las enseñanzas de la Fe.
  • Observancia de los Mandamientos de la Ley de Dios.
  • Práctica asidua de las obligaciones de piedad.
  • Recurso frecuente a los Sacramentos.

Debido a la mentalidad moderna, los nobles pueden llegar a sentirse incomprendidos e incluso avergonzados de su condición, por ello, las enseñanzas plasmadas por el Papa Pío XII se convierten en primordiales y en un escudo con el que pueden protegerse frente a sus adversarios, pues les ayudará a vislumbrar que su condición noble procede de una fuente más alta y universal: la doctrina tradicional de la Iglesia Católica.
 
Si bien las palabras del Santo Padre se dirigían a la Nobleza Romana, sus indicaciones resultan válidas para la Nobleza en general, sea cual sea su nacionalidad. Los lectores profanos se preguntarán la razón por cual el Romano Pontífice se dirigía concretamente a los nobles de Roma. La razón es clara: dicha nobleza había recibido sus títulos y propiedades de los Papas en una época en que estos detentaban un importante poder temporal, junto al espiritual. Dichos nobles habían poseído un poder y unas riquezas similares a las de las tradicionales casas reales europeas, llegando a tener ejército propio como los Ruspoli, o acuñado moneda propia como los Boncompagni Ludovisi. Además habían desempeñado importantes funciones en la Corte Papal, como las finanzas, la labor diplomática, y la propia seguridad del Papa a través de la Guardia Noble. También habían participado en la elección del Papa, pues sus familias habían dado muchos Cardenales a la Iglesia, teniendo muchos de ellos a algún Papa entre sus antepasados. Sirvan los siguientes ejemplos:

Inocencio XI entre los Odescalchi; Gregorio XIII y Gregorio XV entre los Boncompagni Ludovisi; Pablo V entre los Borghese; Alejandro VII entre los Chigi; Celestino III, Nicolás III y Benedicto XIII entre los Orsini.

La situación cambió a raíz de la unificación italiana, cuando las tropas del rey Víctor Manuel de Saboya entraron en Roma en 1870, apoderándose del Palacio del Quirinal, que por entonces era residencia papal, obligando a la Curia a retirarse al Vaticano, y poniendo fin a los Estados Pontificios. Determinadas familias aristócratas italianas se mantuvieron firmes al lado del Papa Pío IX, constituyendo la que se conoció como "nobleza negra". Fue el Papa Pablo VI  quien disolvió definitivamente la corte pontificia, y quien creó el Cuerpo de Gentilhombres de Su Santidad, un cuerpo civil para funciones de protocolo que sustituyó a los Camareros de Capa y Espada, y que son los encargados de recibir a Jefes de Estado y autoridades a su llegada al Vaticano.
 
Marco Antonio Colonna, Duque de Pagliano.
Estuvo al mando de las doce galeras pontificias, por encargo del Papa San Pío V, en la batalla de Lepanto, donde destacó por su heroísmo.
 
La princesa Colonna di Stigliano con su hijo Prospero,
 fotografiados ambos en la maravillosa Galería del Palacio Colonna.
Foto: Slim Aarons - Roma 1960.
Me he permitido escoger esta fotografía en representación de todas las imágenes que conforman mi memoria visual. Es el tipo de foto que habla por sí misma, sin precisar ningún comentario. Contemplar imágenes como ésta invitan a maravillarse y admirar.
 
 
Papa Pablo V, de nombre Camillo Borghese.
Tomó la decisión de demoler la primitiva basílica constantiniana del Monte Vaticano.
A él se debe la Basílica de San Pedro de El Vaticano, tal como la conocemos hoy en día.
 
En la fachada de San Pedro puede observarse la larga inscripción
que recorre el pórtico: "Paulus V Burghesius".
 
Capilla Paulina o Borghese, en la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma.
La capilla acoge el icono dedicado a Maria Salus Populi Romani, imagen muy venerada por los romanos. En la cripta de esta capilla se encuentra el panteón de los Borghese.
 
Cardenal Scipione Borghese, sobrino del Papa Pablo V.
Gran amante del arte, a él se debe la construcción de Villa Borghese
 y los jardines del mismo nombre.
 
Villa Borghese se compone de varios edificios, uno de los cuales es la famosa Galería Borghese, que acoge una de las más afamadas pinacotecas. 
 
Jardín y lago de la Villa Borghese, uno de los parques más importantes de la ciudad de Roma.
 
 
Donna Alessandra Borghese, hija de los Príncipes Borghese.
Al igual que otras muchas damas de la nobleza europea, acude habitualmente a Lourdes, acompañando a los enfermos como voluntaria junto a la Orden de Malta, y también de forma particular a disposición de L'Hospitalité Notre Dame de Lourdes.
 
Miembros de la Guardia Noble Pontificia rindiendo homenaje al Papa en la Navidad de 1945.
 
Guardia Noble Pontificia.
Era un cuerpo de élite integrado por miembros del patriciado y nobleza,
 destinado al servicio personal del Papa.
 
Príncipe Mario del Drago, Comandante de la Guardia Noble.
 
El príncipe Mariano Hugo Windisch-Graetz, gentilhombre de Su Santidad,
 acompaña a la princesa Charlene de Mónaco en una audiencia papal.
 
Los Reyes Juan Carlos y Sofía asistiendo a la canonización de los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II.
Junto al rey Juan Carlos camina uno de los Gentilhombres de Su Santidad,
 Manuel Gullón, conde de Tepa.
 
Afectados los nobles en lo que había sido su antigua condición, y al desaparecer las limitaciones en el ejercicio de ciertas profesiones, el Papa Pío XII les compara con la figura de San José, príncipe de la Casa de David, que pese a su condición noble, se vio convertido en un modesto carpintero, ejerciendo dicha profesión con gran dignidad, humildad y sometido a obediencia. Era un príncipe empobrecido que ganaba con su trabajo el sustento de su familia, y que fue llamado a desempeñar un papel fundamental en la Redención del mundo. Poseía la dignidad necesaria para convertirse en esposo de la Santísima Virgen y en padre adoptivo del Hijo de Dios. En él brillaba la llama de la caridad. Mirándose en el espejo de San José, los nobles deben transmitir las notas de su nobleza a cualquier trabajo que ejerzan.
 
San José - Escuela peruana del Cuzco - Siglo XVIII
 
Rey David - Tabla gótica de Pedro de Berruguete.
 
 
Sagrada Familia - Escuela peruana del Cuzco - Siglo XVIII.
Cristo vino al mundo en un entorno humilde, en una familia sencilla, pero quiso honrar con su nacimiento a la más noble e ilustre de las casas de Israel: la estirpe de David.
 
Como expresa el título de este escrito, Nobleza obliga...Los nobles están obligados a estar siempre a la altura de su condición, ofreciendo buen ejemplo, ejercitando  virtudes como la paciencia, humildad, pureza de costumbres y especialmente la caridad pues, quien más ha recibido, debe dar más, llegando el día en que rendirá cuenta de todo a Dios. La nobleza debe ser guardiana de la tradición, sin que ello implique quedar anclado en el pasado, sino avanzar hacia el porvenir tomando lo mejor del pasado y continuándolo. En base a ello, a lo largo de los siglos, los nobles utilizaron sus riquezas en la ayuda a los más desfavorecidos y al bien común, quedando ello plasmado en la fundación de hospitales, asilos, hospicios, así como en el mecenazgo artístico y en las mejoras urbanísticas. Por el contrario, su paganización fue una de las causas del declive contemporáneo. Piénsese en parte de la nobleza europea que se separó de la Iglesia a través de la reforma protestante o en la alta sociedad francesa del siglo XVIII, que se entregó a la sensualidad y a los excesos, haciendo gala de inmoralidad. El mal ejemplo que ofrecieron fue un arma de destrucción de la fe y de las buenas costumbres que les pasó alta factura durante la revolución. En contraposición a éstos, merecen ser destacados los numerosos nobles que a lo largo del tiempo fueron beatificados o canonizados por sus excelentes virtudes cristianas, optando preferencialmente por los pobres, tanto sin renunciar a los honores terrenales como abrazando la vida religiosa.

Santa Isabel de Hungría - Murillo.
Hija del rey Andrés II de Hungría.
Casó con el landgrave Luis de Turingia-Hesse.
Siempre se destacó por su caridad hacia los más necesitados.
Fue canonizada en 1236.
 
 Infanta Paz de Borbón, hermana del rey Alfonso XII.
(Franz Seraph von Lenbach) - Museo del Prado.
Contrajo matrimonio con el príncipe Luis Fernando de Baviera, viviendo en el palacio de Nymphenburg. Desarrolló una importante labor caritativa y de desarrollo de la educación escolar.
Cabe destacar el Pedagogium, fundado por ella para albergar a estudiantes españoles sin recursos.
 
Claudio López Bru, segundo Marqués de Comillas - (Francisco Godoy).
Gran patriota español, destacó por sus cualidades caritativas que plasmó
en numerosas obras sociales y religiosas, y que llevó a que se le denominara
 "Limosnero Mayor de España",razón por la cual, en 1945, se abrió proceso para su beatificación.
 
Castillo de Anvaing - Valonia - Bélgica.
Es propiedad de los Condes de Lannoy, una de las más antiguas familias nobles de Bélgica,
que jugó un papel preeminente en Flandes durante la Edad Media, distinguiéndose muchos de sus miembros en el mando militar y en los asuntos de estado.
 
Los Lannoy durante la boda de una de sus integrantes más jóvenes, la condesa Stéphanie, que contrajo matrimonio con el heredero del Gran Ducado de Luxemburgo en 2012.
Familia con una arraigada fe católica, los Lannoy siempre han estado muy implicados en la vida de localidad en que residen, destacando su preocupación por el ámbito educativo y cultural, pues como ellos mismos manifiestan: "Los regalos que la vida trae, se acompañan de una responsabilidad."
 
Francesco de Tassis (Franz von Taxis, 1459-1517).
Fue Correo Mayor del emperador Maximiliano I y el pionero del correo postal en Europa, cuyo monopolio fue conservado por la familia Thurn und Taxis durante siglos,
convirtiéndose en una de las familias nobles más influyentes en la historia europea.
Fue el emperador Leopoldo I de Habsburgo quien les concedió
el título de príncipes de Thurn und Taxis.
 
 
Palacio de St. Emmeran  en Ratisbona - Baviera - Alemania.
 Pertenece a los Thurn und Taxis. Es el palacio privado más grande de Europa.
 
Capilla del Palacio de St. Emmeran.
La imagen del Sagrado Corazón de Jesús fue realizada por Ernst Deger,
uno de los más reconocidos artistas alemanes en arte religioso.
 
La princesa Gloria Thurn und Taxis asiste diariamente a la Santa Misa en latín en su capilla privada.
Los vitrales que la decoran muestran los escudos de las diversas familias reales
con las que están emparentados.
 Ferviente católica y gran amiga del Papa Benedicto XVI, la princesa Gloria afirma que la Iglesia fue la institución que le ayudó a sobrellevar su soledad tras enviudar a la edad de 30 años.
(Foto escaneada por María Luz)
 
La princesa Gloria aparece fotografiada junto al entonces Cardenal Ratzinger,
en un salón de su palacio, en el día de la confirmación de su hijo el príncipe Albert.
 
La princesa Gloria junto al Papa Benedicto XVI.
 
La princesa Gloria junto a Alessandra Borghese, antes mencionada.
La princesa es dama de la Orden de Malta, y junto a sus hijas,
 es habitual voluntaria en el santuario de Lourdes.
Es también presidenta de la Cruz Roja de Ratisbona, y siempre ha desarrollado
una importante labor de atención a los necesitados y enfermos.
 
En definitiva, puede decirse que la principal función social de las élites en la actualidad, debe consistir en conservar, defender y difundir los valores cristianos sin dejarse contaminar por la corrupción moderna. Si actúan conforme a esta directriz, los integrantes de la nobleza y de las élites análogas podrán ejercer la función de guías de la sociedad a través de su comportamiento intachable y de la búsqueda de la excelencia en todo aquello que emprendan, pues, para ser líder, es necesario ganarse la admiración, la confianza y el afecto de los demás. Si por el contrario, se abstuvieran en el cumplimiento de sus deberes y no emplearan sus capacidades en beneficio del bien común, su propia existencia se vería en peligro, pues la sociedad no vería en ellas un ejemplo para la práctica de las virtudes.

En pleno siglo XXI, cumpliéndose en el presente año el centenario de la terrible revolución bolchevique, nadie debería dudar de las nefastas consecuencias que el igualitarismo ha producido, y de que no existe la igualdad absoluta La Providencia Divina nos ha asignado a cada uno una función particular, por eso ha dividido y distribuido también sus dones. Todos y cada uno de nosotros poseemos diferentes cualidades tanto físicas como intelectuales, desempeñamos diferentes ocupaciones y ostentamos diversas responsabilidades. Todos somos iguales por naturaleza, hijos de Dios, y herederos del Cielo...En todo lo demás, somos desiguales.  La doctrina católica considera a la monarquía como la mejor forma de gobierno, la que favorece en mayor grado la paz, si bien admite cualquier otra forma de gobierno siempre que no contradiga los derechos de Dios ni los de los hombres, y se adapte mejor al carácter o costumbres de cada pueblo, huyendo de todo aquel sistema que propugne la destrucción de las élites. Un régimen republicano y democrático puede, en ocasiones, favorecer el bien común según las circunstancias concretas, pero más allá de lo simplemente bueno, es deseable tender a lo excelente, lo cual se consigue a través de la monarquía. La función de las élites no debe verse afectada ni disminuida sea cual sea la forma de gobierno. Si el noble de la época actual es consciente de su misión y se mantiene fiel a la Fe y a la tradición, quedará un resquicio de esperanza para nuestro mundo, que agoniza y parece abocado a una imparable decadencia. Propiciar que quienes son ejemplos de virtud cristiana ocupen los niveles más altos del estado, reviste las mayores ventajas, pues su ejemplo se extenderá y "contagiará" a los demás sectores de la sociedad. Y conservando el espíritu tradicional, podrán extraer de la experiencia del pasado valiosos medios para conocer mejor que otros la problemática del presente.

¡Desterremos la envidia igualitaria que todo lo allana, y aspiremos siempre a la excelencia! Que nadie se deje embaucar por quienes formulan promesas irrealizables que pretenden romper con el pasado y aliarse con proyectos revolucionarios, generando caos, injusticias y miseria, pues, tal como dijo San Pío X, "los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios ni innovadores, sino tradicionalistas". Y en cuanto a la cuna en la que cada quien haya nacido, e independientemente de los apellidos que ostentemos y de la familia a la que pertenezcamos, debemos aspirar siempre a lo excelente en la medida de nuestras posibilidades, excelencia que viene de lo Alto y que se expresa en nuestras acciones, en nuestro comportamiento, en el modo en que vestimos y en la cortesía con que tratamos a los demás, pues, como hijos de Dios, procedemos de estirpe divina, sin olvidar nunca que Nuestro Señor se contenta con la buena voluntad y la nobleza de corazón.
 
San Fernando, rey de España (Antonio Salvador Casanova y Estorach)
Museo del Prado.
 
La benignidad de la Naturaleza y la bendición de Dios sobre la Humanidad, iluminan y protegen las cunas, las besan, pero no las igualan.
 
 
 
 
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NOTAS: (1) Juan Donoso Cortés, marqués de Valdegamas (1809-1853). Fue miembro del Consejo Real, parlamentario y diplomático español. Autor de numerosos artículos, ensayos, discursos y conferencias.